Vuelta atrás
Crónica del manicomio ·
«No por estar hoy inmersos en el novedoso debate sobre el género y la inteligencia artificial, dejan de retornar los problemas del pasado, obligándonos a invocar soluciones y a proveernos de argumentos»Crónica del manicomio ·
«No por estar hoy inmersos en el novedoso debate sobre el género y la inteligencia artificial, dejan de retornar los problemas del pasado, obligándonos a invocar soluciones y a proveernos de argumentos»Hace unos días me topé, en una hermosa y bien nutrida librería de Barcelona, con siete ediciones distintas de las Meditaciones de Marco Aurelio. Cada una con un traductor distinto y todas vivas, vendibles y catalogadas. Sin duda, semejante profusión hay que atribuirla a un ... interés creciente por las ideas de estoicismo, que el emperador romano representa bien en sus manifestaciones más tardías, ya precristianas.
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Es tentador pensar que se trata de un nuevo resurgir de las polémicas tradicionales de la cultura helenística. Los debates entre estoicos, cínicos y epicúreos permanecen como una constante en los estudios filosóficos y morales a lo largo de la historia. Cada época se ve obligada a tomar posición ante aquel pretérito y a retomar los elementos que allí se expresaron por primera vez de forma natural y genuina.
No por estar hoy inmersos en el novedoso debate sobre el género y la inteligencia artificial, dejan de retornar los problemas del pasado, obligándonos a invocar soluciones y a proveernos de argumentos. Una y otra vez estas cuestiones fundantes regresan a la palestra y renuevan su diálogo y su escenario moral.
En este sentido, no sorprende que Marco Aurelio sea el más concurrido, ya no por la belleza de su texto y la brillantez de su contenido, sino porque la doctrina estoica con la que se identifica es la más racionalista de las tres corrientes aludidas. Y aunque en poco se parezca al positivismo moderno, posmoderno o tardomoderno –cuyas sutiles diferencias se me resisten– asienta su confianza y su ética en el buen uso de la razón y el pensamiento.
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Frente a estas ideas, se alza la figura gigante de Epicuro. En sus manos la razón pierde rango mientras crece, como virtud superior, la persecución del placer y el buen uso del cuerpo. Qué entendía él por cuerpo y placer es algo que poco tiene que ver con lo que han propuesto a lo largo de la historia sus detractores, hábiles deformadores de su doctrina, retóricos intolerantes y falsos informadores. Epicuro no era un defensor del hedonismo sino de la moderación, la razón y la continencia. Pero entendía que todo comportamiento que aspirara a la virtud, remitía en primer lugar a los usos del cuerpo y a la obtención de placeres. Para coger altura, todo debía pasar previamente por el filtro del cuerpo y la incógnita del placer.
Si uno se fija bien en la actualidad, la intolerancia homófoba o transfóbica que protagonizan la derecha, la extrema derecha y la lánguida izquierda, o los argumentos incendiarios del Vaticano contra la pluralidad de géneros, como artífices de la destrucción de los sexos y ruina de la creación, no son más que avatares actuales de aquella disputa original que entablaron los padres de la filosofía en su momento.
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