![La ignorancia política](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/11/15/1474064720-ktbH-U210735871206mjF-1200x840@El%20Norte.jpg)
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Es fascinante no saber de política. Es lo más divertido de todo. Desde tu inopia observas a distancia que el número de politólogos ha crecido tanto que ya coincide con el número de personas. Es notorio que cada una tiene su versión de lo que ... está pasando y que, a la vez, todas se agrupan y unifican en dos colectivos eléctricamente polarizados. Desconocemos si esta tensión favorece la corriente de bienestar social o anuncia un fuerte chispazo con derrumbamiento de la catenaria y el consiguiente naufragio.
A los ignorantes nos subyuga y nos confunde que los vocablos sagrados de libertad, democracia, justicia o igualdad se intercambien de modo caótico con los de intolerancia, absolutismo y dictadura. Cuesta remar en esas aguas donde el oleaje te arrastra de orilla a orilla bajo un clima de confusión inducida, sin atreverte a desembarcar o a amarrarte a un bolardo hasta que no estás seguro de que era allí donde habías echado raíces y aún vivías. Es decir, allí donde el facha era el facha y el demócrata era el demócrata, casi bajo la tentación de añadir a la identificación un «como toda la vida», o la fórmula no menos gráfica de «aquí nos conocemos todos». Los que no sabemos de política tenemos la suerte de confiar aún en los conceptos.
Y, hablando de conceptos, sabemos que estos se mantienen y exponen mediante la escritura. Y precisamente la escritura es la que nos sorprende cuando leemos el acuerdo de Junts y el Partido Socialista para la formación de Gobierno. Lo que asombra no es si el relato responde mejor a las intenciones de uno u otro bando, lo que inclinaría la balanza hacia la mejor narrativa, sino que al ignorante de política le pasma la abstrusa construcción del primer párrafo. Da la impresión de que tras múltiples intentonas se ha cocido el escrito durante horas o días, tratando de incluir todos los matices y considerandos, pero apelotonados, sin el barniz suficiente de buena pluma.
No podemos exigir de los redactores del acuerdo que consigan la exactitud del diccionario o imiten la concisa precisión del código penal, ni tampoco que estén a la altura de los grandes pensadores que, de Platón a Foucault, fueron eximios artistas del lenguaje y delicados artífices de las formas literarias de su exposición. Nos contentamos con pensar que los autores, ante la dificultad para ponerse de acuerdo, optaron por un enunciado casi ilegible, bien para que nadie se pillase los dedos antes de tiempo o porque tranquilizaba más fiarlo todo a la imprecisión. En cualquier caso, el párrafo introductorio supone por su estilo una zancadilla mental que solo conseguimos salvar por la importancia de lo que nos jugamos o por la simple curiosidad.
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