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Ibarrola
Enemigo de confianza
Crónica del manicomio

Enemigo de confianza

«No nos conviene tener amigos excesivamente sinceros ni demasiado confiados. Más que amigos, son falsarios»

Fernando Colina

Valladolid

Viernes, 22 de marzo 2024, 00:24

La Roma clásica nos fascina por su cultura y su exorbitado poder, y nos defrauda por su ceguera fálica y su organización clientelar. Como sucede en general, las virtudes y los vicios se reparten el pastel de la vida, unas veces a partes iguales y ... otras con perjuicios y desventajas. Hoy elegimos ensalzar las virtudes de Roma y para la ocasión seleccionamos una que destaca por encima de todas las contemporáneas: su respeto por los dioses locales. Los romanos conquistaban, expoliaban, esclavizaban y arruinaban a las ciudades por mor de impuestos y tasas, pero nunca dejaban de honrar a las divinidades locales. Entre sus ideales no había nada parecido a la conversión, el proselitismo o la evangelización. No había un dios único que intentara imponer su autoridad sobre los demás, ni sacerdotes que pretendieran convencer a los fieles de su verdad. Los dioses estaban a sus asuntos y solo de vez en cuanto trataban de ayudar o castigar al género humano por sus provocaciones y desmanes. Para celebrarlos era suficiente con no ofenderlos y mantenerlos sosegados. ¡Para qué más!

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