![La deuda](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/11/02/1464790118-k7f-U210605606866w8-1200x840@El%20Norte.jpg)
![La deuda](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/11/02/1464790118-k7f-U210605606866w8-1200x840@El%20Norte.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Venimos al mundo endeudados. Debemos una vida al propietario. Unos entienden que a Dios y otros que a la naturaleza. Pero, sobre todo, estamos en deuda con nuestros padres por la protección y el mimo que nos dispensaron. No debería ser así, pues nadie ha ... solicitado venir al mundo ni ha pedido ayuda expresa, salvo que entendamos que llorar es una petición de auxilio, y que llorar, precisamente, es lo primero que hacemos en cuanto respiramos. Dicen que el llanto ayuda a dilatar los pulmones del recién nacido, pero creo que también reclama un primer préstamo de amor y cariño.
La mayoría de nosotros contraemos esta deuda originaria y aceptamos pacíficamente la obligación de satisfacerla en el futuro. La vida resulta tan estúpidamente bella que nos damos por contentos con esta hipoteca y aceptamos ocupar el tiempo en sufragarla. Incluso entendemos que cargar con esa fianza a la espalda es a lo que llamamos una existencia sana, repleta de ilusiones, deseos y bien animada.
En cambio, el resto de opciones que no incluyen la devolución dosificada del débito originario se nos antojan malsanas. Unas, consisten en rechazar la deuda y darla desde el primer minuto por zanjada. Eso supone invertir los flujos de capital y entender que no hay nada que devolver y sí mucho que reclamar. Se trata, por lo tanto, de una ecuación distinta, incluso opuesta, que pide cuentas y no tiene nada que agradecer ni a quien retribuir.
Más inquietantes se muestran los cumplidores a ultranza. Aquellos que asumen la deuda hasta inmolarse en su demanda, pues llevan su cumplimiento al extremo y no aciertan a enjugarla sin expiación ni martirio. A partir de esa entrega, en vez de vivir la vida tal y como es, pobre e hipotecada, lo sacrifican todo y se inmolan en el altar de los préstamos, convencidos de que brindan ayuda a los demás cuando en el fondo miran demasiado por sí mismos.
También podemos invertir los hechos, y buscar la solución contraria. Entonces nos transformamos en implacables acreedores. Exigimos atención y afecto a todos los que nos rodean y los consideramos morosos recalcitrantes, deudores obligados a subsanar un descubierto que no admite amortización final. Sin embargo, de quien actúa como reclamante desbocado nos preguntamos si, en último extremo, no se está vengando de una injusticia real, la de haber venido al mundo sin que los padres le atiendan y amen lo necesario, esto es, sin recibir el suficiente reconocimiento ni el crédito inicial. Quizá la persona que exige a los demás que resarzan unas deudas que el deudor ni entiende ni puede aceptar, tenga razón pero apunta mal. El error no está en el desinterés de su entorno actual, sino en que no ha sido financiado durante la infancia con suficiente generosidad.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.