En realidad, el título de estas líneas vienen del libro '¿Será que soy feminista?', de Alma Guillermoprieto (Literatura Rondom House, 2020), un ensayo que llegó a mis manos con motivo de la lectura en 'El Cultural' de una entrevista con la autora, y la agradable ... sensación que dejó en mí sus interrogaciones. Mas conozcamos un poco a la escritora.
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«Con una escritura clara, rotunda y comprometida, Alma Guillermoprieto representa los mejores valores del periodismo en la sociedad contemporánea». Con estas palabras, el jurado del Premio Princesa de Asturias concedía a esta mejicana el galardón de Comunicación y Humanidades en 2018. Como ella misma manifestó, su oficio requiere: «Curiosidad, terquedad y capacidad de trabajo». Y desde sus inicios en el 'The Guardian' y su posición de redactora en el 'Washington Post', sintió gran responsabilidad con sus lectores y evitó utilizar la palabra verdad.
Pues existen diferentes puntos de vista. Humilde en su quehacer, se siente embargada por el gigante galardón y muestra solidaridad con sus colegas, sintiéndose con este premio representante de sus compañeros, muchos asesinados por su compromiso con la información y la libertad de prensa. Un antídoto sereno frente a la inmediatez de las redes sociales, germen de la rabia y la intolerancia. Recibe el reconocimiento de una institución «por medio de la cual España se enlaza al mundo y el mundo a España». Expresiva gratitud a la deferencia recibida.
¿Será que soy feminista? Es posible que de una simple pregunta surjan otras cuestiones y diferentes respuestas. En este manual de escasas páginas -129- encontramos más respuestas que en un difícil y voluminoso tocho, obligándonos a repensar unas cuantas afirmaciones y, como todo escrito sin pretensiones dogmáticas, disentir de algunas otras. De aquí la calidad de lo breve. Puede resultar subjetivo, pero el deleite que me embarga leer un castellano de Méjico en estas páginas, me hace más comprensible el feminismo que Alma, desde «los países de acá del sur», nos muestra en su escrito sin miedo a ser diferente ni pretender enojar a ninguna mujer que se brinde a leer el texto sobre la revolución más importante que se ha producido en el mundo, el feminismo.
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Centrándonos un poco en los aspectos más destacados de la realidad que los países de la América Hispana han tenido que superar –si los han superado-, es su lucha contra la violencia y la hegemonía masculina, de la que ellos, en menor medida, también se sienten afectados en la pelea conjunta contra el patriarcado. La legalización del aborto y la implantación de la píldora -Pincus descubridor del fármaco «merece una estatua»-, logros fundamentales que han liberado a la mujer de la presión que la maternidad no deseada la oprimía dando a su sexualidad una libertad hasta hace poco imposible de conquistar, aceptando un derecho quizá olvidado. Ella, como reportera que le gusta sentir conocer la calle, el contacto directo con la sociedad, vivir los problemas de este segundo mundo, es sabedora del doble problema de estas mujeres, luchadoras contra la pobreza y el machismo. Una enfermedad universal que se manifiesta de diferentes maneras según la condición social.
Es entrañable comprobar cómo ella se identifica con las lectoras y, desde sus preguntas, pretende ser la portavoz de ese amplio grupo de gente, varones y mujeres, que están de acuerdo con las respuestas que trata de encontrar desde un lenguaje sencillo y directo; en ningún momento pretende ser predicadora ni activista, sencillamente una mujer que se cuestiona, como muchas colegas, este mundo difícil de vivir. Dudo, luego existo, y que cada una de las mujeres desde sus circunstancias, lo resuelva a su manera; no hay pociones mágicas para arreglar esta realidad injusta en la que buscamos igualdad entre mujeres y hombres.
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Tampoco se achica a la hora de discrepar de la idea hegemónica y se implica sin temor a resultar incómoda, escribe obviando la sutil censura de lo políticamente correcto. Su ética feminista se instala en la solidaridad y la tolerancia. Critica el feminismo mediático de alfombra roja, capitaneado de eslóganes mercantiles de fin de semana. Las últimas líneas son un colofón excitante para leer –releer- estas breves meditaciones. «No todos podemos ni debemos dar pasos heroicos. Ni es de humanos ser inflexible e infaltablemente consecuentes con lo que creemos». Todos necesitamos recibir y compartir ayuda. ¿O será que soy feminista?
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