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La gente se mete mucho ahora con el engranaje del pactismo, porque después del romance y del aplauso viene el desengaño: en el Ejecutivo contestan que toda crítica proviene de una prensa canallesca, aunque algunos pensamos que son sinónimos, en el mejor sentido de lo ' ... canallesco' que se nos puede atribuir a todos los que amando la literatura dimos en periodistas. Total, que el presidente del Gobierno ya ha convocado la comisión de seguimiento de la coalición con Podemos tras los desencuentros en materia de feminismo, la prevención del coronavirus o las comisiones millonarias de los jeques árabes al rey emérito, Corinna va, Corinna viene.
Hay en juego una ley de libertad sexual y unas instrucciones de Trabajo para combatir el coronavirus. La vicepresidenta primera, Carmen Calvo, se bate en duelo con la ministra de Igualdad, Irene Montero, porque esto viene de lejos: las espadas en alto vienen desde julio, porque ambas quieren patrimonializar el tema de la igualdad, y el PSOE y Unidas Podemos no se pusieron de acuerdo. Estamos inmersos en el 8 de marzo, Día Mundial de la Mujer, y entre las 'feminazis' de unas y las 'amazónicas' de otras, la casa sigue sin barrer. En vez de unir fuerzas en un solo movimiento feminista que proteja a la mujer y la lleve a un escenario de igualdad real y no de boquilla, las lideresas se disputan la tierra incógnita de lo femenino, que es lo primero que avistan los ojos del recién nacido: la 'tierra' materna que alimenta y acoge a todos los hombres y mujeres (a su vez).
De manera que las supuestas unidades entre Sánchez y su 'pesadillesco' socio en el Ejecutivo, Iglesias, no son tales, porque la gobernabilidad del país trae consigo las verdades del barquero y la imposibilidad de destino en lo universal. Los maridajes son sobre todo fricción, como lo atestigua la altísima tasa de divorcios en España. Y lo que ocurre es que España no es un país muy dado a abstracciones y, en cambio, es más afín por las cosas concretas, como el jamón y las croquetas. Quiere decir esto que, aterrizado el Gobierno a lo material, el mundo de las ideas se nos viene pequeño, porque aquí todo se dirime en una taberna, con una botella de vino y frente al interlocutor y con las cuentas en la mano, negro sobre blanco.
Las marejadas de forma suelen revelar galernas de fondo y eso parece que hay en esta alianza que no acaba de serlo del todo, porque un comunista no es un socialista, de la misma manera que lo 'hard' no se compadece con lo 'soft'. Hasta el coronavirus y sus evoluciones han puesto a la ministra Yolanda Díaz, que merece todo nuestro aprecio, en el punto de mira de los pasillos monclovitas. Tras la estructura alienante descansa el sentido común, el mondongo del pueblo llano, al que no le gusta ver a sus dirigentes enzarzados por un concepto tan serio como el feminismo para arrimar el ascua a su sardina. Especialmente si no es fresca.
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