Hoy hace tres años de las elecciones de 2019. Hace ya unos meses que abandonamos el gobierno y la pasada semana ha comenzado la comparecencia en Cortes de los nuevos equipos. Creo que es llegado el momento de hablarles, un poco, de quienes hoy han vuelto a sus vidas. No lo haré de forma personalizada porque cualquier olvido sería imperdonable. Pero si les diré que entre tantos consejeros, secretarios, directores generales y procuradores, entre tantos seres humanos, la discreción, la entrega el sacrificio y el amor a la tarea bien hecha han sido la norma. Abandonamos el gobierno con las manos limpias y los bolsillos vacíos.

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Dejamos atrás dos años y medio durísimos para nuestra población. Años en los que tuvimos que afrontar decisiones muy difíciles, situaciones inimaginables cuando empezó la tarea, pero lo hicimos siempre desde la convicción del bien común. Lo hicimos desde la transparencia, con respeto escrupuloso al derecho a la información y procurando evitar el sectarismo. Las mujeres y los hombres que dejaron de lado durante estos años sus ratos de ocio, horas y horas robadas a sus familias y a sus seres queridos, vuelven hoy a la paz del hogar. Vuelven a regalar el tiempo a quienes han soportado más que nadie, puedo asegurárselo, los sufrimientos y penalidades de compartir la existencia con quienes se dedicaron estos años a las tareas de gobierno.

Quiero mostrarles a ellos, a sus familias, a sus seres queridos, mi orgullo, mi admiración y mi gratitud. Para algunos es ya demasiado tarde. Algunos han perdido horas que no podrán recuperar, abrazos que ya serán imposibles. Otros no lo comprenderán. Pero a todos les pido que recuerden. Detrás de cada número, de cada decisión, de cada negocio afectado, de cada vida perdida o salvada había una historia como la suya. Fueron muchas las vidas perdidas, mucho el daño causado. Guardo para mí cada llamada de desesperación, cada reproche por no haber llegado a tiempo, cada sollozo por lo perdido. Pero quiero decirles a ellos, a las familias y a quienes se dedicaron a intentar paliar el desastre, que, como decía Aute «no todo fue naufragar, por haber creído que amar era el verbo más bello».

Muchos ciudadanos solo ven en la política una historia de ambición y poder, un delirio de vanidad y corrupción. Yo he conocido otra cosa. He conocido la entrega de muchos, la fe en la política como herramienta de solidaridad, la generosidad sin límites. No hemos sido ni todos, ni todo el rato, perfectos. Nos hemos equivocado mucho. Hemos tenido decepciones y todos los pecados de la humanidad nos han sido cercanos. Pero no todo es basura.

Vosotros, los que hoy disfrutáis otra vez de su cercanía y su afecto lo sabéis mejor que nadie. No dejéis que os venza la calumnia y la inquina de quienes no pueden comprenderlo. Estad orgullosos de ellos y de ellas. Dejadles que enseñen sus cicatrices el día de San Crispín.

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