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Beatus ille». Es decir: «Feliz aquél…». Así se llama al tópico literario que elogia la vida de retiro en el campo. Y que recibe tal denominación por la composición del poeta latino Horacio que se inicia con esas mismas palabras. Otros literatos de la Antigüedad, ... como el hispano Marcial, trataron idéntico asunto en sus versos; pero fue a partir del final de la Edad Media cuando dicho tópico se retomará –con frecuencia– por los escritores renacentistas. Uno de ellos, Fray Luis de León, terminará de fijar la contraposición entre la tranquilidad de la existencia campestre y el agobio de la ciudad; entre la supuesta armonía de la naturaleza y el caos de las urbes construidas por los humanos.
No ha de resultar extraño que semejante tendencia a cantar las excelencias del retorno al agro se haya producido en momentos de gran convulsión a lo largo de la historia. Por lo que tampoco debería sorprendernos que –coincidiendo con la pandemia de la covid-19– parezca haber tenido lugar un cierto repunte en los regresos a campos y pueblos. Quizá porque las gentes se inclinan a creer que, en tiempos de amenaza y turbulencia, estarán más seguras al margen del vertiginoso suceder de acontecimientos que caracteriza a las metrópolis. Es el caso de muchos núcleos rurales de Castilla y León, que han visto acrecentarse el número de visitantes en los últimos veranos o periodos vacacionales; también el de residentes estables adquiriendo casas que, hasta hace poco, no pasaban de utilizarse como segundas viviendas o chalés a los que acudir durante el fin de semana.
Sin embargo, acaba de comprobarse –con las erupciones volcánicas de Canarias o las inundaciones en el Levante y Sur de España– que los parajes idílicos no siempre se encuentran a salvo de catástrofes desoladoras, sino más bien al contrario. Ni la retirada al campo es signo inequívoco de una búsqueda auténtica de paz espiritual o del desdeño de la ambición y la avaricia mundanas. Ya lo advertía el propio Horacio en los últimos versos de su poema, donde se refiere a un usurero determinado de nombre Alfio, al que califica como accidental 'campesino futuro' enriquecido innoblemente. Nadie a quien se pueda identificar con «aquel hombre feliz» que el poeta imagina al principio de su composición: un ser libre y sencillo que «evita el Foro y las soberbias puertas de los más poderosos». Y es que, entonces como ahora, se sigue dando –en ocasiones– bastante postureo y fingimiento por parte de los que simulan el rechazo de las ciudades sin perder de vista aquello mismo que dicen aborrecer: la riqueza, los honores o el favor del poder.
Otra cosa es disfrutar de verdad, como una experiencia que nos colma de serenidad sin tener que contarla a otros, el contacto con la tierra y la relación con los animales; palpar las flores del jardín, tocar los primeros brotes y los troncos de los árboles; dedicar nuestro interés a la contemplación del amanecer y el atardecer, los crepúsculos y los ocasos; asistir cada día al milagro modesto del cambio de las tonalidades del cielo; ver pasar las nubes con sus caprichosos rostros de viejas deidades; atisbar el pausado vuelo de las garzas sobre el arroyo o el arriesgado descenso en picado de las rapaces; oír los diferentes cantos de las aves o el graznido de los patos domésticos y salvajes; escuchar el silencio de los bosques; oler la yerba recién mojada, el tomillo o el romero, y embriagarse con la miera de los pinares; saciar la sed en una fuente fresca y clara.
Un paseo cualquiera en estas tardes por la ribera del río cura de pasadas preocupaciones y nos protege de vanidades ridículas. Porque andar rodeado de una belleza que no se anuncia ni vende nos redime de penas y desencantos. Nos hace sentir vivos de una manera especial, única. Lo agreste puede estar a nuestro lado. Y la revelación del mundo en un sencillo recorrido, tras la lluvia, por una senda casi insignificante junto a las aguas. Vuelan los pájaros. Vuela la mente y el corazón de quien se halla despierto y atento a su entorno. Hasta que llega el instante del sueño plácido. Dichoso descanso en los campos. En un campo y retiro verdaderos. Feliz aquél…
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