![Felices sin saberlo](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202204/12/media/cortadas/GF0ID701-kz6C-U16016351248600BI-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Recuerda aquella Semana Santa de 2019? A lo mejor usted hizo un viaje o disfrutó de unos días de descanso sin demasiadas preocupaciones. Entonces no hacía falta llevar mascarilla, ni le teníamos miedo a ningún patógeno desconocido en nuestra vida cotidiana. Aún no sabíamos lo ... que era la covid. Tampoco podíamos imaginar la epidemia de muerte y desolación que causaría el coronavirus en lo que sería la primera pandemia de ámbito planetario. Nos juntábamos con familiares y amigos, dábamos besos y abrazos todo el rato, hacíamos planes que podían cumplirse y no otorgábamos demasiada importancia a una tos o un estornudo. ¡Qué tiempos aquellos!
De la misma forma en la que vivíamos ignorantes del sars-CoV 2, tampoco sabíamos que una formidable tormenta de nieve, bautizada como Filomena, iba a dejar a muchas ciudades y localidades rurales de España incomunicadas durante días, como si estuviéramos en Siberia. Quién iba a pensar por aquel entonces en que un volcán de nombre Cumbre Vieja iba a erupcionar en la isla de La Palma, dejando sin hogar y sin terrenos de cultivo a miles de familias. Medio siglo después del Teneguía, la lava incandescente se erigió como protagonista absoluta de la actualidad en unas larguísimas semanas tan angustiosas como amenazantes.
Podemos dejar a un lado la calima sahariana que hizo llover literalmente barro en buena parte del país, pero no la vuelta de la palabra 'racionamiento' a nuestras vidas ochenta años después de aquellas cartillas impuestas por el régimen franquista tras la Guerra Civil española. Comprar aceite de girasol y otros productos hasta ahora habituales, es un ejercicio ciertamente difícil en estos tiempos. Eso y el acaparamiento en los supermercados, tampoco podíamos imaginarlo hace tres años.
Y la guerra, la invasión de Ucrania por parte de Vladimir Putin, ha helado el aliento en Europa hasta el punto de que se ha hablado de la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial. Con la excepción del conflicto en la antigua Yugoslavia, es la primera vez que un conflicto bélico de esta magnitud ocurre en el continente haciendo revivir el horror de otros tiempos. Pero hay más, los precios han subido hasta límites de 1985, con una inflación casi a doble dígito que ha desbordado todas las previsiones y ha dejado en ridículo a quienes desde el Gobierno trataban de restarle importancia calificando esta escalada de 'repunte coyuntural'. Sabemos que no es así y lo sufrimos hasta el punto de que 70.000 millones de euros se han volatilizado de los ahorros de los ciudadanos. Una circunstancia grave que, para mayor desgracia, no tiene visos de remitir, sino de continuar hasta no se sabe qué nivel.
Entonces, hace tres años, podíamos pagar la electricidad, el gas y la gasolina con relativa normalidad. Llenar el deposito del coche no suponía una ruina y la factura de la luz no provocaba taquicardias. Nos desenvolvíamos en una cotidianidad tranquila que nos permitía vivir sin las angustias que ahora sentimos. Si algún gurú hubiera mostrado el futuro que nos esperaba lo hubiéramos tachado inmediatamente de catastrofista y de dibujar una realidad distópica, sin visos de verosimilitud. Ocurre, ahora lo sabemos bien, que en 2019, antes de la pandemia que empezó a estropearlo todo, éramos felices sin saberlo. Por eso conviene que aprovechemos cada motivo de celebración en el día a día, porque no sabemos, aunque lo intuyamos, si las cosas pueden ir todavía a peor. Quién nos lo iba a decir hace sólo tres años. Nos parece otro mundo. Y lo era.
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