Y fueron felices
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«Ser desleal con tu electorado tiene un coste, así que plantéate ser feliz a cualquier precio»Tengo la firme convicción de que la política es una especie de caricatura de la sociedad. Sin menospreciar. Y es que en todas las familias cuecen habas y, desgraciadamente, en demasiadas ocasiones hasta el punto de no retorno. La historia que voy a desgranar aquí ... tiene un final feliz. Se desarrolla en el Ayuntamiento de Valladolid. En la casa de todos. PSOE y VTLP iniciaron un idilio que, en el extinto mandato municipal, dejó un gobierno de coalición sin demasiadas tensiones, solo cuando se tocaba el bolsillo de uno de ellos. Tras las tiranteces de los primeros momentos, el pacto demostró ser sólido a pesar de las habladurías. Ambos se han prodigado en elogios: que si tienes el don de la palabra, que si has hecho la mejor campaña…Y es que la campaña electoral supuso un punto de inflexión que Óscar Puente no llegó a digerir. Entonces, y solo en ese momento, despertaron las dudas sobre su hasta entonces fiel primer teniente de alcalde en funciones. ¿Es Manuel Saravia un cainita, un soberbio, un intransigente? Todo eso, de pronto, sin una aparente justificación. Los pilares de la confianza y de la lealtad se tambalearon ante el estupor de las bases de VTLP. La confianza mutua había desaparecido. Uno puede pensar que aquí está el punto de no retorno, pero la rabieta del alcalde no duró mucho. Unas horas antes de darse el sí para los próximos cuatro años, llegó la reconciliación. ¿Han cicatrizado ya las heridas? Solo el tiempo lo dirá.
El de Valladolid es un pacto sin coacciones, libre y voluntario. Otra cosa es que el que se está fraguando en Castilla y León. Parece de todo menos libre. Más bien lo calificaría como de conveniencia. Ciudadanos no oculta su predilección por el PSOE, pero el corazón aquí no manda. Manda la razón y la dirección nacional de Ciudadanos. Nadie quiere poner a prueba este posible pacto y eso le está suponiendo al PP numerosas concesiones. La cuestión está en saber si esta relación que ya partía de la frialdad acabará en un sí para los próximos cuatro años. Porque como ha expresado el propio Francisco Igea haciendo suyo un pasaje del Eclesiastés del Antiguo Testamento: «Hay tiempo para todo…, un tiempo para destruir y un tiempo para construir…, un tiempo para callar y un tiempo para hablar».
Lo que está claro es que las últimas elecciones han servido para constatar que el electorado está dividido y que ya no sabe ni a quién votar.Porque una cosa es lo que vote y otra lo que se cueza en los despachos. Los bien llamados pactos poselectorales ponen de manifiesto que uno de los pilares que mantenían en pie a las familias, a las empresas y a los propios partidos políticos, la lealtad, está en horas bajas. Somos humanos, se puede errar, pero no ser desleal. Y ser desleal con tu electorado tiene un coste, así que plantéate ser feliz a cualquier precio.
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