Nace Federico Fellini en Fano, junto a una casa de pescadores; tal vez por ello sintió siempre la nostalgia del mar y de la costa adriática. Compartió su vida con esa entrañable mujer, Giulietta Massina, la inolvidable protagonista de 'La Strada', encarnando el rol de Gelsomina, criatura única en su filmografía. De ella solía decir Federico: «Su sola presencia me alegra la pesadilla de vivir».
Es el momento en que el cine italiano se presenta al mundo, con él aparece la Roma barroca, la ciudad con su luz especial, un color y un personaje únicos. Pero, ¿quién es Federico Fellini?, nos preguntamos. ¿Aquel ayudante de Roberto Rosellini, el poeta de 'Otto e Mezzo', el crítico de 'La Dolce Vita', el Zampanó de 'La Strada', el nostálgico de 'Amarcord', o el mito de 'E la nave va'? A ello responde el gran director japonés Kurosava: lo era todo porque era un mago de la fantasía. De ello nos habla Eugenio Scalfari, para quien las páginas más bellas de la prensa italiana se escribían cuando al ponerse el sol la 'intelligenza' italiana pasaba sus horas en las terrazas de Via Veneto; allí acudían Alberto Moravia, Italo Calvino, Ignazio Silone o Giorgio Bassani,entre otros. Fruto de ello fue 'Atardecer en Via Veneto', de Eugenio Escalfari.
La filmografía de Fellini se realizó, excepto 'Amarcord', en blanco y negro, dado que él consideraba el color más estático. Desde el punto de vida lingüístico, influyó incluso en el léxico y el 'Diccionario Zingarelli' incluyó las voces 'vitelloni', como definición de vagos; 'bidoni', como engañoso, y 'paparazzo', como fotógrafo incómodo.
Filmes universales de gran dimensión humana, moralizantes y únicos, siempre acompañados de un juicio crítico, sin olvidar su respeto absoluto a personas y acontecimientos. 'La Dolce Vita' nos habla de orgías y fiestas en los palacios de la burguesía romana; 'Le notti di Cabiria', un paisaje romano en la llamada Via del Mare y una maravillosa mujer explotada y engañada. Absoluta imaginación en 'Otto e Mezzo' y 'Giulietta degli spiriti', con la figura siempre presente de Marcello Mastroianni. En 'Padua d'Orchestra' trata de los problemas reales de cada uno de los componentes de la misma, a los que induce a amar su propio instrumento. 'E la nave va' es una demostración de que, a pesar de todo, se puede seguir viviendo, mientras que 'Ginger and Fred' constituye una crítica a la televisión, afirmando que en este medio hay que saber navegar.
Con razón Anouk Aimèe manifestaba que trabajar con Fellini no era un trabajo, sino una forma de vida. Para Italo Calvino, este cine lo era todo, convencido de que la verdadera Italia no estaba en la literatura sino en el cine. Roberto Benigni cree que cuando Federico Fellini dirigía una película, se alzaba un viento que nos hacía bien. Antonio Tabucchi atribuye el éxito a que hablaba de esa Italia interior que todos llevamos dentro. Al morir, Sofía Loren veía un mundo diverso y triste con la desaparición del gran maestro.
Desde los balcones de la memoria, en silencio, lo vemos pasar, mientras pensamos en el color de las cosas que fueron vida, que yacen entre los escombros, pero siempre recuerdos llenos de luz.
El gran lirismo felliliano en clave musical lo ofrecen Nino Rota y Nicola Piovani, para quienes este cine hablaba de una solidaridad colectiva.
Entre los muchos homenajes dedicados en Italia a su figura destaca el de la ciudad de Roma, iniciativa denominada 'Romarcord', un juego de palabras entre el nombre de Roma y 'Amarcord', título de una de sus famosas películas y que en dialecto romañolo significa 'me acuerdo'. Fotografías, trajes, cartas, documentos, muchos inéditos del gran maestro cuyas películas no se basaron en la lógica de un guion, sino en la dimensión humana, convencido, como Dante Alighieri, de que el hombre tiene que crear e imaginar.
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