Era de prever: la perspectiva de que pueda comenzar un proceso negociador del Estado con Cataluña ha puesto en guardia a las demás comunidades autónomas, que evidentemente no asistirán pasivas a un cambio de escenario. Así lo ha explicado, por ejemplo, Carmen Morodo: «La ... reforma del Estatuto de Cataluña de 2006 provocó por el efecto imitación una oleada general de reformas estatutarias en el resto de comunidades autónomas, que no querían quedarse atrás en el nuevo reparto de poderes dentro del Estado autonómico. Este principio del 'café para todos' está tan consolidado que en la actualidad cualquier movimiento que altere los equilibrios territoriales tendrá de nuevo respuesta del resto de comunidades, igual que ocurrió en 2006».
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Es lógico que así sea por evidentes razones de justicia distributiva, que en España tan solo admiten una excepción consagrada en la Constitución: la de los territorios forales vasco y navarro. En todo lo demás, el modelo lógico que debemos intentar alcanzar es el federal. O sea, para entendernos, el que practican con pragmatismo y eficacia los alemanes, donde la descentralización es intensa y al mismo tiempo se consigue una armonización productiva y equitativa.
Con Cataluña hay que negociar el conflicto, pero finalmente la reforma del Estado que provenga de este salto cualitativo del modelo ha de realizarse precisamente en todo el Estado. Incluso tratando de encajar o mejor posible (aunque sin pérdida de derechos) a vascos y navarros. Nadie puede dudar que no caben soluciones parciales basadas en privilegios o en excepciones.
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