No quiero ser pájaro de mal agüero pero creo que el favor más grande que podríamos hacernos a nosotros mismos es quedarnos en casa las dos semanas venideras: sin esa familia a la que apenas vemos, sin cuñados cercanos, primos lejanos ni la madre ... que lo parió.

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Ojalá me equivoque, pero me parece que la 'barra libre' que la Autoridad nos ofrece durante las próximas jornadas, acabará trayendo una tercera ola de contagios en cuanto se vayan los Reyes Magos.

Lo doloroso es que mientras España se relaja por aquello de que la Navidad es mucha Navidad, Alemania, Francia, Países Bajos, Gran Bretaña o Italia aprietan las tuercas a sus ciudadanos prohibiendo viajes, decretando toques de queda y cerrando casi cualquier comercio no esencial.

Vamos, algo similar a lo que hicimos los españoles en marzo y que resultó bastante efectivo. Nosotros, que nos quedamos sin Semana Santa, sin Carnaval ni ferias patronales estamos siendo alentados a visitar a parientes y allegados, a compartir mesa y mantel con y sin mascarilla, a abrazarnos como si todo hubiera sido un sueño, en vez de una pesadilla de la que tardaremos en salir.

Para hacer más real la invitación a olvidar las restricciones han llegado las vacunas salvavidas, que nadie sabe a ciencia cierta cuándo podrán hacerse realidad. Siento decirlo, pero tenemos muchos boletos para arrepentirnos en enero de no habernos hecho el favor de quedarnos en casa.

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