Llegó como un meteoro a bordo de un Corriente del Golfo (Gulfstream) G450, con el objetivo de volver a surcar los mares a bordo del Bribón y se quedó con las ganas. No tiene suerte Don Juan Carlos con los nombres de los aviones ni ... de los barcos. Lo contrario que con la gente de la calle. Siempre ha sido muy simpático. Y muy Borbón. Y muy español, a pesar de haber nacido romano. Seguro que ayer también tuvo su tiempo para pensar si, al final de los años, lo que importa es la familia o los amigos. O los yates. Mucho sobre lo que meditar entre el obenque y la botavara, cara a cara con la mar océana.

Publicidad

Los republicanos monárquicos, que son legión en este país (siempre lo fueron, hasta que Franco les cortó las alas), no dejan de esgrimir razones para una cosa y para la contraria. Todos tienen razón. Y ninguno. El caso del rey emérito vuelve a dividir a una España siempre deseosa de que alguien venga a helarle el corazón. Y para eso se preparan las dos mujeres de moda en la liza política. En Madrid (de momento), Ayuso. En la otra mitad de España que no es Madrid, Yolanda Díaz. Sumar se va a llamar la nueva izquierda, a la derecha de Podemos, aunque de momento en las encuestas del CIS el único que sigue sumando de verdad es Vox. Al PSOE no le terminan de hundir las extravagancias de Pedro Sánchez. Ni al PP de encumbrar la 'savia nueva' de Feijoo. Tal vez porque en su casa no hay día que no resucite un nuevo fantasma. El último, de nuevo Cospedal. Y una vez más en manos de Villarejo. ¿Es posible imaginar una España sin Villarejo? Difícil. Con tantas vueltas y revueltas de sus grabaciones, algún Ayuntamiento debería pensar ya en darle su nombre por lo menos a una rotonda.

Y mientras esto sucede, al Gobierno no dejan de salirle grietas, como a la casa de la película de Richard Benjamin. La última, de manos del gobernador del Banco de España, que nos dice sin ambages que los españoles somos los que peor lo hemos hecho durante la pandemia. Y los que nos recuperaremos más tarde en la post pandemia, caso de que la post pandemia exista. Veremos cuánto tarda De Cos en irse de vacaciones (¿a Sanxenxo?) con la ex directora del CNI. Menos mal que a falta de impulso interior, esta misma semana vino al rescate del país, y de la monarquía parlamentaria, el emirato de Qatar: el único «socio fiable» en la oscura guerra de la energía. También, junto con Abu Dabi, el último refugio de los grandes valores de Occidente, muy cerca de los santos lugares en los que nació nuestra civilización. Dios es grande. Y su espada magnífica sabe que en la guerra, como en el amor, todo está permitido. Y sujeto a control parlamentario.

Por si esto fuera poco, con el Corriente del Golfo, con las grabaciones de Villarejo y con el informe (demoledor) del Banco de España, ahora nos llega un nuevo episodio sanitario: el de la viruela del mono. De momento, dicen, muy centrada en las fiestas de sexo, droga y 'acid house' de los chicos del gay trinar. Sin embargo, en cuanto ha salido a la palestra Fernando Simón para decir que no se espera una «transmisión importante» de este nuevo virus, nos hemos empezado a temer lo peor. Otro fantasma que regresa: el de las altas profecías del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. Así que entre la viruela del mono y las recomendaciones del gobernador del BE, que pide que las pensiones se desvinculen del IPC, aquí lo único que parece probado es que la evolución ha encontrado un agujero negro en su camino… Y lo que tardan en abrir algunas piscinas.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad