Paradójicamente, siempre que sucede la desgracia de una inundación, lo primero de lo que se carece en la zona afectada es de agua potable. Los metros cúbicos que anegan la ciudad evitan que la población pueda acceder a agua de boca en las imprescindibles condiciones ... sanitarias que la convierten en apta para el consumo. Algo parecido ocurre con la información. Vivimos en una sociedad que ha convertido a la noticia en una 'commodity', un elemento cotidiano que entra en nuestras vidas constantemente a través de las alertas del teléfono móvil y la multiplicidad de canales con los que interactuamos a diario: redes sociales, publicaciones en internet, radio, televisión y una panoplia de posibilidades cada vez más amplia.

Publicidad

Es tal el bombardeo que recibimos, sin tregua alguna, que al final de la jornada ya no somos capaces de discernir si aquello que vimos o leímos nos llegó a través de un medio de comunicación o por el whatsapp de un familiar o una amistad. Esta entrada en tromba de nombres, datos y sucedidos en nuestra cotidianidad, impide que podamos separar en muchas ocasiones la paja del grano y, en consecuencia, que podamos determinar a ciencia cierta lo que constituye una noticia contrastada frente a otra que no es más que un simple bulo que nos creemos sin mayor problema.

Detrás de una noticia falsa siempre está presente un interés espurio, bien sea de carácter político, económico o empresarial. La información, ya lo sabemos, es un arma que puede actuar como contrapoder y defendernos de los excesos de quienes nos gobiernan, o como elemento de confusión interesada manejada por siniestras oficinas ignotas. Por ello, es importante saberse defender de las 'fake news' y en eso los ciudadanos tienen una parte importante de responsabilidad. La información es tan importante que no podemos dejarla al albur de lo que «nos llega por el móvil». Es preciso acudir a fuentes de agua potable, de noticias fiables y canales solventes. Los periodistas, con todos nuestros defectos, aplicamos protocolos profesionales de comprobación y contraste que permiten a los ciudadanos fiarse de lo que se difunde en cabeceras y marcas de tradición y prestigio. Claro está que un medio puede equivocarse o ser responsable de una mala praxis profesional, pero cuando los fallos se detectan se corrigen y se ofrece una explicación a los usuarios con las obligadas e inaplazables excusas. Un periódico, una cadena de radio o televisión, un medio digital con nombre y periodistas rigurosos, es una garantía para la sociedad en el marasmo de noticias falsas, intereses ocultos, y campañas de desinformación dirigidas desde covachuelas internacionales.

Al igual que un médico no nos meterá en el quirófano sin habernos hecho antes una radiografía de tórax y una analítica completa, los periodistas no deberían publicar o difundir nada que no esté debidamente contrastado y comprobado. Es la garantida de veracidad que merece la confianza de los ciudadanos, una responsabilidad de la que no podemos ni debemos abdicar. Por todo ello deberíamos dejar de dar pábulo a los mensajes de grupos, al «lo ha dicho la radio», «ha salido en televisión» o «lo he visto no sé dónde». Miren, hay que saberlo, hay que ejercer la responsabilidad individual de elegir bien los canales para conocer lo que ocurre cada día. Es algo de lo que no podemos prescindir. Las 'fake news' han venido para quedarse, por eso no deberíamos bajar la guardia y tampoco dejarnos arrastrar por la maraña de pseudo informaciones que nos bombardean, y en las que a veces naufragamos sin brújula, sentido, ni remedio.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad