Editorial: El factor humano

Los profesionales de la sanidad han afrontado la epidemia del COVID-19 sin los medios de protección necesarios y sin protocolos claros sobre su proceder en el contacto con los pacientes y entre ellos mismos. De ahí que ayer al mediodía se contaran 3.475 ... trabajadores del sistema de salud infectados de coronavirus, un 12% del total de contagios identificados. Y en los próximos días se sumarán más a la lista de bajas a causa de la epidemia que tratan de atajar. Un sistema sanitario no puede tenerse por excelente si no es capaz de cuidar de las mujeres y de los hombres que lo hacen posible. No si el sistema de salud necesita sostenerse sobre la entrega heroica de sus profesionales, aunque sea ante una emergencia tan desconcertante. Las autoridades y los ciudadanos rinden a cada instante un más que merecido homenaje al tesón de los sanitarios. Pero esa obligada gratitud no puede acabar hurtando a quienes trabajan en los hospitales y en los centros de atención primaria aquello que la sociedad les debe: unas condiciones seguras y dignas para el desempeño de su crucial función. Condiciones que la Administración debe restituir en cuestión de horas. Empezando por testar el estado de salud de los sanitarios, aunque ello incremente sus bajas. Por justicia, pero también porque cuando los profesionales de sanidad se ven obligados a abandonar su puesto de trabajo por un contagio causado en la indefensión, el sistema no solo pierde efectivos, sino que genera desazón entre los compañeros que siguen en pie, e induce inseguridad en los pacientes y entre sus familiares. Sería inadmisible que las autoridades insistan en que nos encontramos en «los días más duros», alternándolo con menciones a que el pico de la epidemia podría estar cerca, mientras las carencias de protección personal continúan. El abordaje de la pandemia está sumando horas de enorme intensidad en la atención sanitaria, con la extenuante toma de decisiones en una situación de incertidumbre, y cuando la gestión «dinámica» de la crisis modifica continuamente la organización hospitalaria y las pautas establecidas pocas horas antes. Tanto el ministro de Sanidad, Salvador Illa, como Fernando Simón recordaron ayer que la tarea no acabará cuando la curva epidémica llegue a su punto más alto. Por eso mismo el cuidado de los profesionales de la sanidad ha de constituir un objetivo en sí mismo, y no sólo contra el coronavirus.