Facilitador rural

Retomarán sus aficiones o buscarán alguna, mientras repetirán una frase que esgrimen siempre: «ahora voy a tener vida». A lo que quieran hacer con su tiempo, pueden añadirle la idea de la ministra Teresa Ribera, la enterradora de Navacerrada, quien en su calidad de responsable de lo que llaman reto demográfico asegura que explora la posibilidad de que los exbancarios en la hora del júbilo se consagren a «la labor de mentores o facilitadores para el desarrollo de negocios en entornos rurales». Precisamente era a lo que se dedicaban hace años en las cajas y bancos de los pueblos cuando tenían potestad para hacer y deshacer sin depender de la rigidez de la central de la ciudad.

Ya imagino cómo colocarán el despertador en la mesilla para madrugar y no exactamente para coger los palos de golf, afición que algunos abrazan, sino para entregarse al noble oficio de mentor rural en un lugar con las calles más vacías que la caja de las pensiones. Solidarios para hacer el bien, eso sí, sin mirar a quien, porque a nadie encontrarán. Consejeros en el desierto, cuando lleguen al pueblo se dirán: quién me mandaría a mí hacerme facilitador de nadie y de la nada.