Santervás de Campos, uno de los pueblos más envejecidos de la provincia de Valladolid. F. J.

Éxodo

Algo que decir ·

«Aunque no descarto modificaciones puntuales, permítanme que dude de una transformación radical y, de paso, que me alegre de la posibilidad de que mejoren algunas cosas»

Los que saben de desgracias colectivas aseguran que esta pandemia cambiará nuestras vidas para siempre. Aunque no descarto modificaciones puntuales, permítanme que dude de una transformación radical y, de paso, que me alegre de la posibilidad de que mejoren algunas cosas. Por ejemplo, la vida ... en los pueblos. Lo digo porque estamos pasando de la España vacía a otra destinada a alterar los censos locales despoblando grandes núcleos y llenando las aldeas. Así, en cuanto pase el huracán, y gracias al coronavirus (algo bueno tendría que proporcionarnos el muy cabrón), los capitalinos llenarán los pueblos, que recobrarán una vida ya casi olvidada para quienes los habitan desde tiempo inmemorial.

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Gracias al éxodo, los núcleos rurales tendrán internet de alta velocidad que permitirá trabajar desde casa, que es lo que se lleva ahora; reabrirán los consultorios médicos trincados por la Junta para ahorrar; volverán las tiendas de comestibles, las escuelas de infantil y primaria, las piscinas municipales. La iglesia tendrá cura propio celebrando bodas y El Norte llegará todos los días al kiosco de la plaza, entre otras exquisiteces. Nuestros pueblos estarán perfectamente comunicados con autobuses modernos y frecuentes, volverán a abrir los bares y hasta puede que algún mesoncito. El coronavirus a lo mejor termina con nosotros, pero va a repoblar la España vaciada. ¿A que es bonito el cuento?

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