Hace ya bastantes años que millones de compatriotas dejaron de ser los peones de la economía de naciones más prósperas que la nuestra. Lo que es noticia ahora es que, al fin, nuestro país necesita mano de obra extranjera para seguir sacando adelante sectores que ... hasta hace poco eran ocupados por nativos. Creo haber contado alguna vez que en mi círculo de vecinos del barrio donde me críe fueron bastantes los que se dieron el piro en busca de una oportunidad laboral dignamente pagada y considerada. Así, mi amigo Ricardo se fue a Suecia a lavar platos en un restaurante, y mi vecina Julita marchó a Londres a servir en una casa. Como ninguno de nosotros sospechaba lo duro que debió ser abrirse camino en tierras tan hostiles por la lengua y las costumbres, envidiábamos lo bien que les iba tras haber dejado atrás la miseria.

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Desde hace tiempo las cosas han cambiado tanto que ahora España es país de acogida de temporeros y camareros eventuales, entre otras ocupaciones, lo cual es motivo de doble alegría: porque nuestros nacionales se quedan en casa, y los curritos foráneos nos hacen falta. Así que doy la bienvenida a estos últimos y deseo que les vaya tan bien como a los amigos citados, porque Emilio sigue viviendo, ya jubilado, en Estocolmo, y a los herederos de Julita les va estupendamente en la academia de inglés que al volver, hace un siglo, montó su madre en la capital del Pisuerga.

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