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Ha vuelto la actividad parlamentaria, ha vuelto la vergüenza ajena. La eutanasia es demasiado importante para que esos del Congreso sean los que decidan.
Que esto nada tiene que ver con lo muy respetable de poner fin a la propia vida. Como escribe Jean- ... François Braunstein en 'La filosofía se ha vuelto loca' (Ariel), «el entusiasmo contemporáneo por una muerte administrada por un Estado omnipotente a cuyo servicio estaría el médico reúne todos los ingredientes para el asombro».
Una eutanasia a costa de la Seguridad Social. Pero peor serían los chiringuitos que podrían montarse (si la dosis letal de pentobarbital de sodio son cuatro duros, una clínica te soplaría miles de euros).
Y claro que Ramón Sampedro no podía quitarse la vida sin ayuda aunque lo tuviera muy claro. Yo también lo tendría. Pero todo es tan complejo que la palabrería del Congreso fue patética. ¿La solución final? Hombre, la Aktion T4 para ponerse chungo con propiedad.
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