Si un sondeo de opinión pública preguntara hoy a los votantes españoles, con su voto múltiple en la mano ante la urna, cuál de las tres papeletas (autonómicas, municipales y europeas) tiene mayor trascendencia en su vida, es muy probable que ganaran quienes prefieren al ... alcalde de su pueblo o ciudad, antes que al difuso y anónimo diputado europeo. La identidad del presidente de su comunidad autónoma depende solo de la simpatía política, pero seguramente es para ellos más importante en el día a día la limpieza de las calles, la vistosidad de los parques municipales o la puntualidad de los autobuses que la política monetaria del Banco Central Europeo, los acuerdos arancelarios con China o la política migratoria de la Unión Europea. Y sin embargo, la verdadera calidad de vida y el bienestar social a cualquier plazo dependen más de los enigmáticos y farragosos reglamentos aderezados en Bruselas que de las ordenanzas municipales.
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Las elecciones al Parlamento Europeo, regidas por el voto directo desde hace cuarenta años, se han convertido en el mejor laboratorio político de la Unión Europea invadida, de este a oeste y de norte a sur, por un nuevo fantasma: la reacción general del nacionalismo redivivo contra el 'establishment' del poder económico encarnado en el laberinto de Bruselas, según los movimientos populistas. Ellos han logrado hacer visibles a los grupos sociales más dispersos, cuyos antepasados formaban hace un siglo la élite obrera en el Viejo Continente, globalizada entonces por el marxismo.
El mapa político europeo ha cambiado de forma radical. De las luchas obreras se pasó al euroescepticismo recalcitrante, pero el paisaje ha mudado con el despertar de un nuevo nacionalismo internacionalizado y de ideologías cruzadas, en el que la patria es solo el punto de referencia de alianzas entre vecinos guiadas especialmente por el xenofobia. La sacudida derechista tendrá un efecto demoledor en el hemiciclo del Parlamento Europeo, porque la nueva cruzada contra el poder de las finanzas, la emigración y el islam ha instalado por doquier sus cuarteles y enviado en cruzada a sus profetas, desde Finlandia hasta Italia.
Puestos a buscar indicios y establecer paralelismos, el fino columnista del 'New York Times' Roger Cohen, con quien tuve el placer de compartir ideas y experiencias en Jerusalén durante los años de la segunda Intifada, acaba de encontrar al Trotski de la nueva Internacional Populista: Steve Bannon, el estratega-jefe de la Casa Blanca, destituido por Donald Trump después de que le ayudara a ganar las elecciones presidenciales. Con su tarjeta de visita regada por Europa, el exconsejero, exbanquero y experiodista Bannon se dedica en cuerpo y alma, mientras hace negocio, a asesorar a todos los socios de ese baluarte continental de las masas reaccionarias, que él alimenta con las hojas de un nuevo nacionalismo sin ideología cuyo número de adeptos hace prosperar los sentimientos.
El predicador laico Steve Bannon eligió Italia como su primer laboratorio en Europa y ha instalado cátedra en una llamada 'Academia para el Occidente judeo-cristiano' en un monasterio del siglo XIII, en las afueras de Roma. Entre jardines de plantas medicinales, como los de los monjes que lo fundaron y su antigua biblioteca bien surtida de tratados de su iglesia política, Bannon pretende formar allí a los apóstoles de la nueva prosperidad de Europa con las mismas armas académicas que los revolucionarios comunistas usaron para formar a las élites en otros santuarios para la redención del proletariado. Los soldados de ese ejército romano dan mítines electorales en Italia estos días, desde el Milanesado hasta Sicilia, con la férrea voluntad de los gladiadores del vecino Coliseo. La clarividencia del agorero Bannon ha bautizado al italiano Salvini, al húngaro Orban y a la francesa Marine Le Pen como apóstoles de la Europa nueva que saldrá de las urnas este mismo domingo.
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Aunque la nueva peste continental nutrida de chauvinismo y xenofobia está muy generalizada, el grado de su contaminación es desigual en cada uno de los países de la Unión Europea. Un estudio publicado en el diario 'Le Monde' acerca de esa aberración política (la extravagante colaboración entre partidos tan divergentes contra el supuesto autoritarismo de Bruselas), señala el grotesco potaje de los grupos que pretenden asaltar juntos el Parlamento Europeo: los independentistas belgas, los soberanistas croatas, los comunistas portugueses, los neofascistas franceses, los secesionistas italianos, los ultraconservadores húngaros, los ecologistas finlandeses... A pesar de sus discrepancias, que a veces les obligan a romper relaciones con el vecino por la disputa de una fronteras (la Liga Norte italiana y el partido neonazi austriaco), los aliados para la salvación de Europa del yugo comunista y la invasión del islam confirman en su acta constitucional la voluntad de luchar por el debilitamiento de la Unión Europea, aunque pocos proponen su ruptura.
A las elecciones parlamentarias de este domingo se presentan 56 grupos antieuropeístas de 26 países. En tres de ellos (Hungría, Italia y Polonia), la mayoría de los electores darán su voto a los partidos que se oponen, desde la ultraderecha o la ultraizquierda, a las que ellos consideran prerrogativas de Bruselas. En Francia, Bélgica y Holanda ese frente antieuropeo supera el 30% de los votantes. Los países menos contaminados por esa antítesis del nacionalismo sin fronteras son España, Eslovenia y Luxemburgo, donde los partidos xenófobos y ultraizquierdistas obtendrán menos del 10% de los votos.
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Un europeísta de la primera hora advertía hace tres siglos, exhausto el continente tras las crueles guerras de religión: «Hay que ponerse en guardia contra la multitud de libelos atroces que han inundado Europa». Se llamaba François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, historiador y filósofo. Desde su perspectiva enciclopedista, combatió toda clase de fanatismo y diseñó en su 'Diccionario filosófico' la futura Europa unida que habría de evitar la guerra entre naciones. «¿Es tan bárbara esta Europa como la de sus padres? El tiempo, la razón y los buenos libros... ¿No nos apercibimos de que Europa ha cambiado de cara desde hace unos cincuenta años?». Ahí seguimos, entre calvinistas, católicos y hugonotes, hasta que muera la Europa feudal y nazca la Europa Federal.
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