Alemania inicia una nueva etapa política bajo la preocupación de la formación de un nuevo gobierno. La expectación creada se extiende también, como es lógico, al resto de Europa. Lo que sea nos afectará de una forma u otra. Aunque sobre el papel todos ... los miembros de la Unión son iguales, es evidente que Alemania ejerce el liderazgo 'de facto' que le proporciona ser el país con más habitantes y mayor capacidad económica.

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Las negociaciones para constituir el nuevo gabinete van a despertar igual expectación en el resto de la UE que en la propia Alemania. Nadie es insustituible, pero –al menos a primera vista– la ausencia del primer plano de las decisiones de Angela Merkel se hará sentir. Fueron 16 años en que los votos, las palabras y hasta los gestos de la canciller marcaron la política europea. Merkel cometió errores y despertó críticas dentro y fuera de Alemania, pero su autoridad serena nunca dejó de ser decisiva en los debates, en los acuerdos y en los desacuerdos. Cuando ha terminado se puede decir que su etapa ha sido exitosa.

Se la echará de menos. Bruselas, concretamente la Comisión, todavía no ha logrado sentar las bases de sus estrategias y los problemas y retos que enfrenta son muchos y difíciles. La orfandad de liderazgo que comienza no ayudará a avanzar con la urgencia que exigen algunas decisiones. Macron y Draghi son los pesos pesados que asumirán provisionalmente la sucesión. Los dos son competentes y encabezan la segunda y tercera economía de la UE, aunque ninguno ofrece la capacidad de maniobra que demostraba Merkel. Su etapa deja en herencia algunos avances y logros importantes, pero también lega un conjunto de desafíos que no pueden esperar. La pandemia ha trastocado todos los planes, frustrado todas las estrategias y creado todos los problemas que habría sido difícil imaginar. Hace falta actuar y hacerlo con rapidez.

Para empezar, todavía el coronavirus no ha desaparecido ni dejado de amenazar. Las sociedades están recuperando la normalidad mientras el peligro de reincidencia continúa y los desastres humanos y económicos causados por la pandemia requieren sin más demora medidas para paliarlos. Los países necesitan recibir las cantidades arbitradas para la recuperación que la burocracia comunitaria y las diferencias entre los miembros están retrasando. Aunque obviamente la salud es prioritaria, la recuperación económica es fundamental. Lo mismo que establecer nuevas bases en las relaciones con Reino Unido y con China y Rusia, superpotencias cuya relación es necesario clarificar y resituar.

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