De Europa, créditos y resiliencias
La carta del director ·
«Habrá que presentar proyectos relacionados fundamentalmente con la mejora de nuestros sistemas de salud, con la economía circular y verde y con la digitalización»La carta del director ·
«Habrá que presentar proyectos relacionados fundamentalmente con la mejora de nuestros sistemas de salud, con la economía circular y verde y con la digitalización»El 21 de julio, el Consejo de la UE alumbró un acuerdo considerado histórico por muchos motivos: por los objetivos que persigue, su extraordinaria movilización de recursos financieros y, finalmente, por la rapidez y la mecánica de funcionamiento con que va a movilizarlos. Junto ... a un plan presupuestario plurianual (2021-2027) de más de un billón de euros, Europa puso a disposición de los países 750.000 millones para atacar en los tres próximos años la crisis económica y social provocada por la pandemia. La UE acudirá a los mercados a pedir prestado todo ese dinero. Lo hará con el aval mutualizado de sus miembros, aunque cada uno en proporción a su peso dentro de la Unión. Y lógicamente, lo pagaremos todos los europeos de a pie en cuarenta años vía impuestos. Entre otros, a través de algunos nuevos vinculados a ámbitos de la ecología, la economía digital y los servicios financieros.
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A España se calcula que le corresponden unos 140.000 millones de esos 750.000, la mitad en créditos y la otra mitad en subvenciones a fondo perdido. Habrá que presentar proyectos relacionados fundamentalmente con la mejora de nuestros sistemas de salud, con la economía circular y verde y con la digitalización. «Los estados miembros elaborarán planes nacionales de recuperación y resiliencia que expongan el programa de reformas e inversiones del Estado miembro en cuestión para el periodo 2021-2023», reza el acuerdo. La Comisión Europea tendrá que evaluar esos programas, aprobarlos y comprobar que logran los resultados pactados. Si no sucede así, el dinero no llegará. Y si España se aparta de las indicaciones (la famosa condicionalidad) que la propia UE le aconseja aplicar (respecto de crecimiento, empleo, mercado único, industrialización y disciplina fiscal), tampoco recibirá un duro. La realidad, por tanto, no es que España va a recibir 140.000 millones como si nos hubiese tocado la lotería. Es más, podría ocurrir que no llegáramos a ingresar ni la mitad. Hay que correr y hay que tener claro que esto no es un Plan Marshall, que no podrá servir para construir polideportivos ni arreglar carreteras, sino para invertir en nuestra adaptación a un mundo más verde, saludable, resiliente y conectado. Nuestras administraciones, todas, deberán implicarse y emplearse para trasladar una idea conjunta de proyecto de país. En realidad Europa, que a cambio nos ha quitado pasta de las ayudas agrarias o las partidas destinadas a digerir y gestionar el fin de las viejas industrias, como la minería, lo que nos está diciendo es que maduremos y aceleremos nuestra adaptación a lo que será una nueva generación de Europa (el plan se llama, de hecho, 'Next generation UE'). Lo complicado va a ser ponerse de acuerdo de los Pirineos hacia el sur: entre partidos, entre administraciones y entre territorios. Aquí llevamos años constatando que no somos capaces de desenvolvernos en terrenos estratégicos (y si hay alguno verdaderamente estratégico es este) sin tirarnos los trastos a la cabeza unos a otros.
En clave más doméstica, el acuerdo europeo merece varias reflexiones. Por un lado refuerza y justifica aún más la propuesta de Mañueco de pactar unos presupuestos regionales en los que participe, además de Ciudadanos y PP, al menos también el PSOE. A cambio, los populares también deberían corresponsabilizarse a escala nacional de intentar como sea que a final de año dispongamos de unos presupuestos generales aprobados en el Congreso. Por otro lado, todo esto debería animar a los municipios (enfadados con razón por el desprecio que reciben desde Moncloa) a jugar un papel protagonista en aquellos terrenos en los que llevan tiempo comprometidos. El caso de Valladolid y su apuesta verde es palmario. Como el de Segovia y su iniciativa 'smart city'. En Castilla y León tendríamos además que aprovechar esta oportunidad para, gracias a esos fondos, profundizar con mayores garantías y consenso en un plan de reordenación del sistema de atención primaria rural que no se base exclusivamente en paliar el déficit económico y de personal, sino sobre todo en proporcionar un servicio de máxima calidad. Pocas veces como ahora ha quedado claro que la salud es lo primero. Además, y relacionado con el segundo gran eje de acción, podremos recuperar un proyecto –'Contigo'– que se presentó el 10 de marzo, relacionado con la «transformación digital como herramienta para el proyecto de Castilla y León». Con ser por tanto importante lo conseguido el pasado lunes, aún es pronto para cantar victoria, aplaudir a nadie, mucho menos como se le aplaudió al presidente en La Moncloa, ni celebrar nada: queda muchísimo trabajo y ponerle a esta profunda crisis toneladas de talento e innovación.
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