![La estupidez humana](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202104/19/media/cortadas/GF278R-kmNC-U140783702108QG-1248x770@El%20Norte.jpg)
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La estupidez humana es el refugio de lo indómito, del desorden y del atrevimiento imprudente y descontrolado. También es el alimento de los pobres de mente y espíritu y el aliento de quienes, sin ese grado de estulticia, jamás podrían haber llegado tan lejos.
Lo ... necio es un mal ejemplo, además. El mismo mal ejemplo que quien cree que sólo por el hecho de vociferar con mayor fuerza le arropa la razón o quienes se muestran convencidos que si el discurso se llena de aspavientos y dislates resulta más colorido y atractivo y por extensión mucho más vendible ante el patio de butacas.
Son tiempos complicados para casi todo, más para la política. Acosada por el descrédito, salpicada por todo tipo de corruptelas, envuelta en una especie de vómito permanente, poco o nada queda de la 'gran política', la que se escribía con mayúsculas, la de los oradores extraordinarios y los tipos admirables independientemente de su inclinación y pensamiento.
Quizá es que los tiempos no están para eso, o que los políticos (los actuales) ya no dan más de sí. Sirva como ejemplo lo sucedido en el hemiciclo de las Cortes de Castilla y León la pasada semana cuando un acto plenario se convirtió, en cuestión de segundos, en una pelea de barrio protagonizada por tipos fanfarrones y chulescos, cuando no de simples matones.
No solo deprime lo que allí ha sucedido sino lo que se transmite desde quienes se supone dan cuerpo un órgano de representación de los ciudadanos. Las Cortes deberían ser un ejemplo del diálogo como elemento de encuentro y desencuentro, y un escenario donde la conciencia ciudadana tomara cuerpo en su mejor versión.
Pero no, justo en el momento en el que la sociedad precisa de focos que la iluminen, de ejemplares representantes, aparecen políticos de poca monta, enfrascados en el follón y la vuelta, apasionados de la trifulca y obsesionados con el alboroto como ejemplar argumento de representación.
Da igual el color político, da igual el género de sus protagonistas, lo importante es lo que queda a los ojos de los ciudadanos. Y en ese punto se repiten las imágenes de quienes solo gritan, los que piden ansiolíticos, los que piensan que el rival político sufre problemas mentales, o quienes en la representación de los ciudadanos clavan su dedo en la chaqueta del presidente de un órgano oficial como quien muerde la oreja del rival en un combate de boxeo. Sin duda, son mucho más ejemplares las peleas en los patios de colegio.
Recordaba apenas hace unos días un ilustre literato, el leonés Luis Mateo Diez, que «da la impresión de que nos gobiernan los peores de cada casa». Pero no es una impresión. Efectivamente, son los peores de cada casa.
Insiste Luis Mateo Diez en su argumento y remarca que siempre ha pensado que «el que va a la política debe tener una formación, unas cualidades y sentido común. Cierta categoría». Pero las evidencias dicen lo contrario.
Esa misma sensación es la que en los últimos días ha invadido a la sociedad castellana y leonesa, a esos miles de ciudadanos que quieren ver en sus representantes elementos de referencia a la hora de superar el caos y la crisis. Eso y solo eso. Y desde luego nunca lo visto en los últimos días, políticos que para creerse en posesión de la verdad solo saben recurrir al grito, el insulto, los gestos fuera de lugar y el desafío en la mirada.
Nadie podrá ignorar la importancia de la política y de los políticos, ni se podrá obviar la necesidad de su ejercicio, porque la política siempre es útil hasta que resulta atacada por el peor de los virus: el de la estupidez humana.
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