Pues sí, las estatuas azulgranas jugaron al fútbol en la Noche de Difuntos muniquesa del mejor equipo del mundo, desde luego que inigualable en cuanto al arte de arrastrar las cadenas por los campos balompédicos, con Ter Statuen y comparsa viendo los partidos ... al pie del sepulcro.
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La mejor escena de todas fue esa en que el dicho Ter Statuen, el fantasma de Piqué y la figura deambuladora de Mingueza dejaron saltar y rematar de cabeza a un ariete del Bayern en el área pequeña sin incomodarlo ni lo más mínimo, lo que va de suyo dada su condición marmórea. Y es que el equipo forma un bloque de punta a punta: inmóvil el cancerbero Statuen y asimismo inmóvil ese tal Depay, una tapia contra la que de vez en cuando rebota el balón y sale despedido en la dirección que el azar dispone, en pocas ocasiones contra la portería contraria. Pero las estatuas más divertidas fueron las de Coutinho y Lenglet, bien articuladas y extemporáneamente sonrientes al abrazarse con quienes acababan de retratarlas.
«Por dónde quiera que fui/ la razón atropellé», escribe Zorrilla en 'Don Juan Tenorio', y a ese paradigma, adaptándolo a su caso, deben de atenerse cuando verborrean para los medios ingenios tan ilustres como los de Busquets, que lució una cara dura de pedernal al afirmar tan fresco que este nuevo palizón supone «un paso atrás para coger impulso», y Xavi, tácticamente tan ciego en Alemania como en Catar. Allí solo veía ventajas y en Múnich solo vio sombras.
Volviendo al 'Don Juan Tenorio', la estatua de don Gonzalo regateaba a estas en el cementerio.
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