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La única estatua ecuestre con que cuenta Cáceres es la de Hernán Cortés, obra del escultor extremeño Enrique Pérez Comendador. Recuerdo que nada más levantarse el monumento, en los años ochenta del pasado siglo, hubo cierta polémica tras conocerse el enorme parecido de esta ... escultura con la dedicada a Pedro de Valdivia en Santiago de Chile, también debida a Pérez Comendador. Cáceres lucía al fin la figura de un jinete a caballo, aunque el caballo y el conquistador, excepto la cabeza, pareciesen un duplicado. Por otra parte, lo novedoso del conjunto escultórico o el hecho de ocupar una céntrica glorieta –paso obligado a La Madrila cuando la llamada 'movida cacereña' alcanzaba su apogeo– propiciaron también más de una subida colectiva a la grupa del caballo, donde los jóvenes se encaramaban de madrugada quizás para conquistar la ebriedad de la fiesta.
El aislamiento obligado por la pandemia hace que añore los viajes a tierras lejanas. Paseos por ciudades y pueblos donde el recuerdo cristaliza, siguiendo el azar de la memoria, en un cuadro, en un paisaje, tal vez en la estatua solitaria de un parque. Aún recuerdo, a mis veintipocos años, la noche en que llegué al Hotel Victoria de Ronda y descubrí en un jardincillo, cerca del tajo y orientada hacia la serranía, la estatua de Rilke, obra del escultor Nicomedes Díaz Piquero. En la soledad de aquellas horas me dominó una emoción similar a la descrita por el propio Rilke en una de sus cartas desde Ronda a Lou Andreas-Salomé: «Y ahora estoy aquí y miro y miro hasta dolerme los ojos, y trato de grabarme lo que estoy viendo y me lo repito como si tuviera que aprenderlo de memoria».
A veces las estatuas nos trasladan, desde su quietud, no solo a determinados rincones de una ciudad sino a las obras de esos autores que nos contemplan desde la frialdad del bronce. Ese Fernando Pessoa junto al que todos nos fotografiamos alguna vez delante de 'A Brasileira' en Lisboa representa además de un icono para turistas o viajeros el recuerdo de las 'Odas' de Ricardo Reis que tradujo Ángel Campos Pámpano para Pre-Textos: «Ve de lejos la vida. / Nunca la interrogues. / Ella nada puede / decirte. La respuesta / está más allá de los dioses». Desde que colocaron la estatua de Gonzalo Torrente Ballester en el café Novelty de Salamanca me resulta imposible visitarlo sin acordarme de las crónicas culturales de su sección 'Torre del Aire' en el diario 'Informaciones'. O de aquel prodigio de imaginación que es 'La saga/fuga de J.B.'
Entre los centenares de negativos pendientes de digitalizar que conservo en casa está el de la estatua de Voltaire, cuyos restos mortales inauguraron la cripta del Panteón de Hombres Ilustres de París. El autor de 'Cándido', siempre opuesto al fanatismo y a la intolerancia, sonríe desde la eternidad mientras sostiene en la mano una pluma para escribir.
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