Los líderes políticos, con el presidente del Gobierno en el centro de la imagen junto a la presidenta del Congreso, aplauden durante la celebración del Día de la Constitución en la Cámara Baja. Eduardo San Bernardo

Estar en contra de la Constitución de 1978 es una mala opción

«Los 46 años de paz, democracia, avances sociales y prosperidad económica que los españoles hemos podido disfrutar en las últimas décadas se deben fundamentalmente al pacto constitucional que se hizo en la Transición»

Martes, 10 de diciembre 2024, 14:23

Una amplia mayoría de ciudadanos está a favor de la Constitución de 1978. No sólo a favor, tenemos de ella una opinión muy buena. Los ya 46 años de paz, democracia, avances sociales y prosperidad económica que los españoles hemos podido disfrutar en las últimas ... décadas, pensamos que se deben fundamentalmente al pacto constitucional que se hizo en la Transición. Un pacto que con mucha tolerancia, inteligencia y conocimiento sociológico del país supieron hacer los líderes políticos de aquella difícil época histórica. El primer pacto por consenso entre las principales fuerzas políticas, una vez que fueron legalizadas. Los siete padres de la Constitución lo plasmaron por escrito en el Parador de Gredos. ¡Libertad sin ira! ¡Aire puro en la Historia de España! 

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A la celebración del 46 cumpleaños de la Constitución el pasado viernes día 6 asistieron los partidos políticos que cuentan con la representación democrática mayoritaria de los ciudadanos, PP y PSOE. Otros no asistieron, o lo hicieron de manera parcial. Una minoría de partidos está en contra de la Constitución de 1978. Sobre todo por tres razones:

1: Por querer la separación o secesión de algún territorio o parte de España, proceso que la Constitución de 1978 no permite. Como tampoco lo permiten las Constituciones de los países de la Unión Europea ni la de EEUU. En este grupo están ERC, Junts, Bildu, PNV y BNG, que no asistieron a los actos.

2: Por estar en contra de la Monarquía Parlamentaria o Constitucional como sistema político de la nación, y querer que se implante ya una República. Sumar y Podemos piensan así, entre otros grupos minoritarios.

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3: Un tercer tipo de razón en contra es la de VOX, que se declara contrario al modelo territorial de las Autonomías. Parte muy importante y sensible, una parte clave, de la Constitución de 1978. Lo que supone de facto, aunque no se diga de manera explícita, una enmienda a la Constitución misma. VOX sólo asistió al izado de bandera, y su líder dijo: «El sistema del 78 ha traído muchos de los problemas que hoy tenemos y somos partidarios de una gran reforma constitucional». Se sobreentiende que una reforma centralizadora, que ponga fin a las Autonomías. ¿Pero realmente cree el líder de VOX que esa reforma es posible hacerla sin desencadenar de nuevo en España la confrontación social y civil violentas? Y si es consciente de ello, mínimamente realista, ¿por qué insiste en su planteamiento?

La Constitución de 1978, como toda Constitución democrática, se puede reformar siguiendo los cauces legales establecidos. Cuando los partidos con mayoría cualificada decidan hacerlo (tres quintos de Senado y Congreso, o mayoría absoluta en Senado y dos tercios del Congreso, con posterior referéndum), sería muy conveniente que se siga haciendo por consenso, para no perder el carácter benefactor de pacto entre españoles con ideologías diferentes que tuvo desde su origen. Un grandísimo logro histórico gracias al que ha podido durar tanto y dar tantos frutos. O como mínimo, por una mayoría muy significativa. Desde luego, no por media España. 

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Este mismo año se ha producido por consenso la última reforma constitucional. Pequeña por el breve cambio en el texto, pero enorme por su gran significado social. El Artículo 49 del Título I (De los derechos y deberes fundamentales), Capítulo Tercero (De los principios rectores de la política social y económica), ya no hablará de «disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos». Todos los derechos se mantienen, por supuesto, pero ahora referidos a las personas con discapacidad.

La democracia es un sistema político abierto, plural, integrador. Según el irónico Winston Churchill, el sistema político menos malo de todos los conocidos. ¡Y a estas alturas de la Historia conocemos ya unos cuantos poco buenos! La regla esencial es sencilla: un ciudadano, un voto. Las minorías deben respetar las decisiones de la mayoría, y la mayoría debe conocer la manera de pensar de las minorías. Hay que saber escuchar a los rivales ideológicos, que son ciudadanos libres como nosotros. Se puede hablar, razonar y argumentar sobre cualquier idea. Para tomar decisiones que afectan e implican al conjunto de la sociedad, todos los ciudadanos tienen derecho a votar. Con debate, convenciendo, negociando, las minorías de hoy pueden ser las mayorías de mañana. Y las mayorías, las minorías. La Constitución puede cambiar. Votar todos en cada ocasión y circunstancia histórica es el camino. En esto consiste la democracia. La única solución pacífica y civilizada posible que conozcamos.

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