Decía San Ignacio que en tiempos de tribulación, no hacer mudanza. Enmascarados y con la vida en cuarentena, se echan de menos librepensadores de este fuste que ejerzan de guía y conciencia moral. Ya estamos un poco hartos de agitadores y activistas que opinan ... de todo y lanzan al unísono el argumentario como muñecos de ventrílocuo. En lugar de intelectuales tenemos predicadores y tertulianos. La voz de su amo.

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Y luego están nuestros arrogantes próceres. Aquí se ha desenchufado el tinglado de la Junta y se ha puesto todo patas arriba por difusas razones y sospechas mutuas que solo se explican en clave electoral. No les arriendo la ganancia, que esta campaña se va a hacer más larga que un día sin pan.

Antaño la retórica era el arte de persuadir con argumentos, ahora se trata de largar consignas y dar la matraca del alba al ocaso con mensajes oídos hasta la saciedad. Y es que intrigar, enredar y mentir con soltura es ya el mayor mérito para acceder en política a puestos de responsabilidad.

Y mientras nos enzarzamos en este juego de tronos, el virus muta cuando quiere y nos contagia también de incertidumbre ante lo que pueda venir en el 2022. Un cóctel de hiperinflación, deuda pública y desempleo.

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Pero no quiero terminar como el viejo y antipático Mr. Scrooge. En estas fechas, se ha de procurar ver el vaso medio lleno, fingir felicidad y repartir buenos deseos, así que próspero año. De nada.

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