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En España, la política se ha vuelto tan desagradable que recuerda una pelea de gallos diseñada para apostar por el que tiene los espolones más grandes. A fin de preservar mi salud mental llevo meses huyendo de los debates de cualquier parlamento, y apago ... la radio cuando va a intervenir algún crestudo. A los que somos de barrio nos cuesta entender cómo pueden decirse cosas tan ofensivas a menos de dos metros de distancia sin agarrarse del pescuezo; o lo que es más sorprendente: preguntarse por la familia y las vacaciones nada más terminar una de esas agrias y sonrojantes intervenciones. Por eso, me ha sorprendido la actitud del señor alcalde poniéndose firme y educadamente frente a los suyos, tan vengativos como los demás.
La verdad es que no comprendo muy bien por qué el Ministerio de Economía prohibió en su momento a los consistorios gastarse el dinero que tenían en la hucha, postura que hoy resulta del todo incomprensible. Si al Ayuntamiento de Pucela le sobran perras, la única intervención foránea entendible es que le obligaran a invertirlas con juicio, aprovechando que el dinero no pinta nada en la cartilla de la caja de ahorros y las necesidades son muchas en casi todos los sectores. Como no sé qué quiere hacer la señora ministra con nuestro dinero, me pongo del lado del regidor y me siento tan «ninguneado y maltratado» como él. Amigos, amigos, pero el burro a la linde…
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