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La espiral del descontento
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El conflicto protagonizado por los trabajadores del metal en Cádiz revela de forma muy gráfica la alta sensibilidad que se registra en la calleLa tanqueta policial de Cádiz ha sido esta semana el símbolo de un error, pero también el síntoma de un deterioro social, que se hace particularmente visible en la comarca de la bahía de Cádiz, sumida hace mucho tiempo en un problema estructural de precariedad ... y desempleo, con unas cifras récord que resultan insoportables. Ya resulta paradójico que el ministro del Interior, responsable político del despliegue policial, sea Fernando Grande-Marlaska, que es diputado del PSOE por Cádiz y que ha recibido críticas por parte de algunos de sus compañeros de Gobierno de Unidas Podemos. Que la negociación del convenio del metal se haya convertido en catalizador de violentos incidentes resulta revelador de hasta qué punto existe ese caldo de cultivo de fondo de malestar social que ha desbordado las previsiones oficiales y trastoca el relato optimista del Ejecutivo.
El conflicto laboral parece haberse encauzado tras el acuerdo entre patronal y sindicatos y deja de envenenar un ambiente político ya bastante encanallado. Pero revela de forma muy gráfica la alta sensibilidad que se registra en la calle y que afecta en especial a determinados sectores. En el horizonte se perfilan las movilizaciones de la patronal del transporte, que puede dar una Navidad con colapsos en las carreteras y precipitar un imaginario de irritación de fuerte impacto popular.
La España de 2021 no es el Chile de los primeros años 70, en los que la Unidad Popular liderada por Salvador Allende tuvo que lidiar con la contestación de sectores que lograron paralizar el país y provocar los desabastecimientos de algunas materias básicas. No son situaciones comparables, pero la velocidad con la que se transmiten las percepciones, y las redes contribuyen a ello, pueden reforzar los mensajes más polarizados y radicalizar las posiciones. Sobre todo cuando, lamentablemente, el discurso tóxico del odio está ya instalado en algunos extremos de la política española y eso dificulta el acercamiento de posiciones. Los problemas de los ganaderos y las protestas de los policías y guardias civiles, que se manifestaron este sábado contra la derogación parcial de la 'ley mordaza', completan un cuadro en el que la inflación y el precio de la energía encienden las luces de alarma. Sobre todo porque son problemas complejos que van a requerir tiempo en encauzarse, pero que pueden convertir al invierno en un barómetro de descontento ciudadano.
Esta es la cara B de la moneda, pero existe también un reverso más amable. El que muestra un país con uno de los índices de vacunación más elevados de la Unión Europea. El que refleja la llegada de los fondos europeos como una inyección que debería servir para empezar a renovar de verdad nuestro modelo productivo. El que presenta un amplio acuerdo presupuestario con los aliados de la investidura, a la espera de conocer cuál es la posición definitiva del PNV después de su tramitación en el Senado, y al que Sánchez intenta convencer que es socio prioritario pese al entendimiento previo con EH Bildu y ERC fraguado esta semana. Los nacionalistas se sienten incómodos en este puzle, pero tampoco les interesa la opción del regreso del PP al poder de la mano de Vox. Por eso, salvo un imprevisible descuelgue del PNV, el respaldo de sus socios permite al Ejecutivo de Pedro Sánchez un suficiente colchón de estabilidad parlamentaria para completar la legislatura. A no ser que una severa derrota socialista en Andalucía provoque el efecto pánico en el PSOE y obligue al presidente del Gobierno a adelantar las elecciones generales o a hacerlas coincidir con las municipales de 2023, con lo que se lo jugaría todo a una carta.
España dispondrá de Presupuestos y la medida debería contribuir a acelerar la recuperación económica pendiente. En este contexto hay que encuadrar el posible acuerdo para una reforma laboral que cambie las reglas de juego del actual mercado de trabajo, intentando reducir la elevadísima cifra de contratación temporal, sobre todo de los jóvenes. Y también abriendo en canal el debate sobre la sostenibilidad del sistema público de pensiones. El modelo social público de los próximos años se juega en ambos capítulos su razón de ser, con independencia de que la necesidad de afrontar la nueva ola contra la covid, con la tercera vacunación en la agenda más inmediata, obliga a los servicios públicos, y a la Sanidad en concreto, a volver a someterse a una nueva prueba de estrés. En este territorio ambivalente se debe mover Sánchez. Lejos del optimismo desaforado que a veces exhibe pero también del catastrofismo que insisten sus opositores para desgastar al Ejecutivo.
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