El espionaje, desde Mata Hari y Anacleto –agente secreto–, ha sido siempre una cosa erótico-festiva, como de chiste, pero muy seria a la vez. Frente a la oratoria explicativa del ministro de la Presidencia, que habla muy cumplidamente, el pueblo se ha subido a ... lomos de este Pegaso, más de novelita de quiosco que mitológico, y ha conquistado la dialéctica, la plaza Mayor y la plusvalía del mentidero.
Como hace el lumpenproletriado no necesariamente podemita cuando no se le informa, que es casi todo el pueblo español, camino de la pobreza de solemnidad, menos su casta política. Por otra parte, cuando Cuca dijo que había que taparlo todo bajo los felpudos del CNI «por responsabilidad y sentido de Estado», Rufián amenazó con cargarse la legislatura: así andan, show typical Carrera de San Jerónimo, entre inspirados y locuaces, y candidatos eternos a monologuistas de la tele de Risto.Los poderes fácticos y políticos han votado no contar los secretos del programita de marras, así que el PSOE ha acordado con el PP y Vox un no rotundo a la comisión de investigación en el Congreso.
Si no fuera por este extraño y supitaño acoplamiento de derechas e izquierdas, el personal se enteraría de todos los pinchazos. El portavoz socialista, Héctor Gómez, ha salido a la palestra para calmar a las masas y se ha hecho un Rajoy, diciendo que esto del caso Pegasus y el espionaje del móvil del presidente y otros compañeros de escaño y mártires del secesionismo es para ir «paso a paso, manejando bien los tiempos».
El laconismo chuleta de la casta siempre le da ese giro obsceno a la historia, y con la feria del libro y las hogueras de San Juan, la fiesta del vino, otro chinavirus suelto jodiendo por ahí, los impuestos y la recesión mundial, ya nadie se acuerda llegado el primer remojo playero a lo Anita Obregón. Que así somos, Amore.
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