Esperanza de santidad
La Canaleja ·
Juan Pablo I pidió a las monjas que le atendían en el Vaticano que solo le plancharan los cuellos y los puños de las camisas, porque lo demás no se veía y así trabajaban menosLa Canaleja ·
Juan Pablo I pidió a las monjas que le atendían en el Vaticano que solo le plancharan los cuellos y los puños de las camisas, porque lo demás no se veía y así trabajaban menosEn este tiempo de luces de precio disparado y sombras de inflación desbocada; en un mundo que viene cuya incertidumbre solo nos deja soñar en pequeñito, en este final de un verano de olas y olas de calor, tengo ganas de no quitarme las gafas ... de sol y sentir que nadie me ve, para vivir de incógnito. Porque ponerse ese andamio de mis ojos, al que así llamaba Machado y del que decía que echaba mano cuando paseaba por la alameda de Segovia que baña el Eresma, siempre me ha dado sensación de seguridad y, aunque parezca algo absurdo y pueril, de anonimato.
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Pero, armado de valor, me desprendo de las lentes, que ya el sol comienza a escasear, para mirar este mundo raro. Y entonces descubro un hecho que me reconcilia con este tiempo bárbaro: la beatificación de Juan Pablo I, el Papa breve, apodado el de la sonrisa y el último italiano que ha ocupado la silla de San Pedro. Me reconforta saber que aún hay posibilidad de que alguien suba a los altares sin ayuda de la tecnología y que a un ser humano le reconozcan su bondad.
Su pontificado se prolongó apenas un mes en el lejano septiembre de 1978, cuando acababa de abandonar mi adolescencia en un verano de estudios y otras cosas, que excuso contarles, en Mánchester. Me impresionó entonces que su papado durará tan poco y que se sospechase que lo habían envenenado. Pero aún más me impactó lo que supe después: que a las monjas que le atendían en el Vaticano les pidiera que solo le plancharan los cuellos y los puños de las camisas, porque lo demás no se veía y así trabajaban menos. Por eso albergo esperanza de santidad, que en invierno no plancho ni el cuello, ni los puños, ni el resto de la camisa, que ya lo tapa el jersey. Y en verano, ya saben, gafas que así no se ve el pecado de la mirada.
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