Este 27 de diciembre, en mitad de una Navidad condicionada por la pandemia, quedará grabado en nuestra historia individual y colectiva como el día en que comenzó a dispensarse entre nosotros la anhelada vacuna contra la covid-19. Es una jornada para la esperanza por ... lo que representa de conquista para la ciencia y para el esfuerzo del ser humano, capaz de alumbrar en un tiempo récord un antídoto contra el primer virus globalizado. Que las dosis iniciales de Pfizer avaladas por la Agencia Europea del Medicamento vayan a ser inoculadas antes de que acabe el año de la covid hace que 2020 no se escriba solo como un período sobrecogedor de pérdidas.
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Y que la vacunación masiva arranque en un lugar tan sensible en el imaginario de esta crisis como las residencias de mayores ha de subrayar la determinación de proteger a los más vulnerables y de cuidar a los que cuidan. Porque este día para la esperanza no solo es un logro de los científicos, las farmacéuticas o el estímulo de los distintos gobiernos. Haber llegado a él, aunque cada vida dejada en el camino resulte un desgarro social irreparable, es fruto del trabajo, el compromiso y la entrega de todos aquellos profesionales que sostuvieron al conjunto de la sociedad en los momentos más duros, con singular mención a los sanitarios y el personal de los centros asistenciales.
Las expectativas generadas por el acelerado hallazgo de las vacunas están sujetas a los resultados que ofrezcan en combinación con la aún incierta evolución pandémica, como ha evidenciado la nueva cepa británica; a que funcione la logística para una inmunización multitudinaria sin precedentes; a que opere la cooperación entre los diferentes niveles institucionales y a que la protección tenga un verdadero alcance global, sin países condenados por su infradesarrollo socioeconómico y/o democrático.
La mundialización de la pandemia requiere una vacunación auténticamente mundial si se quiere recobrar la seguridad en los viajes. El desafío planteado por la covid-19 es de tal envergadura que todavía quedan meses por delante para poder evaluar los escombros que ha dejado a su paso. Lo que exige a unos gobiernos que no consiguieron anticiparse a la enfermedad toda la eficacia, el rigor y la transparencia posibles para garantizar una vacunación exitosa, incluyendo una pedagogía constante frente al escepticismo y el negacionismo. Y a la ciudadanía, seguir velando por su salud y la de su entorno.
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