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Han pasado ya varios días desde que dejara mi mensaje en la página web del Ayuntamiento de Valladolid, sección Programa Adopta, donde gatos y perros esperan una vida mejor. Mi objetivo es tan simple como optar a la adopción de uno de los canes abandonados. ... No hay respuesta. O nadie gestiona las peticiones. O les caigo mal. O soy invisible hasta por mail. O quieren tanto a esos animales que no se quieren desprender de ninguno e ignoran solicitudes. O me han investigado y saben que fumo ducados y salgo de vinos los viernes por la tarde. O que soy madre soltera y que paso de los cincuenta. O que doy al coronavirus la importancia justita y que no me he hecho autofotos con mascarilla. O porque he protestado en alguna ocasión contra la mierda de carriles-bici. O porque la Semana Santa me importa un carajo. O porque me molesta el aire frío. O porque no celebro la Navidad. O porque no tengo Instagram.
Como no creo ser objeto de conspiraciones, pensaré que es por falta de recursos técnicos o humanos, que no caninos, y que pronto cursarán mi solicitud. Mientras, pediré cita en otros centros a fin de obtener respuesta y poder ser candidata a que me adopte un perro, o al contrario, o ambas cosas a la vez.
Como ya he pasado por dos adopciones, las de mis hijos, y nada más y nada menos que en un país del Este de Europa, me considero capacitada para aguantar trámites, esperas, inspecciones, exámenes psicosociales, comprobación del estado financiero y anímico, registro de cada una de las dependencias de mi vivienda, fisgoneo de mi bolso lleno de olvidos y vanidades y hasta de un tacto anal si se diera el caso.
Así que a esperar mientras desesperan.
A Mark Twain se le atribuye lo siguiente: «Si recoges un perro hambriento de la calle y lo haces próspero, no te morderá; esa es la principal diferencia entre un perro y un hombre». No es necesario tanto tremendismo y es justo decir que hay personas tan buenas como perros. De ahí que el mundo siga.
Las cifras cantan y la adopción en España no parece ser aún una opción mayoritaria a la hora de adquirir una mascota. Su promoción, y no es tanta la que se hace, debería ser una estrategia fundamental para tratar de reducir la población de animales abandonados. Solamente el 44% de los animales recogidos son adoptados, y una parte de ellos son adoptados por familias de otros países, lo que indica que España es deficitaria en cuanto a la adopción de mascotas, porque no compensa el número de abandonos y porque parte de estas adopciones son gestionadas fuera de nuestro país.
Al no ser adoptado el perro o gato está condenado a pasar el resto de sus días en un refugio (16%) o en muchos casos a ser sacrificado (12%).
Confío en una rápida adopción en la que seamos capaces de compenetrarnos y que ninguno exija al otro nada que no pueda dar. Y a tener esa meta en la vida de ser tan buenas personas como nuestras mascotas creen que ya somos.
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