Sam Bankman-Fried, fundador de la plataforma de criptomonedas FTX, sale tras declarar en una corte federal en Nueva York. Justin Lane / Efe

Espejito, espejito

«Alcanzado al fin el fin de 2022, echamos cuentas y, al final, los memes de whatsapp ganan por mil a uno a las felicitaciones navideñas en papel cartón»

Carlos Aganzo

Valladolid

Sábado, 31 de diciembre 2022, 00:53

El magnate del intercambio de criptomonedas Sam Bankman-Fried pasará la Nochevieja en casa de sus padres. Y no por su amor a las tradiciones familiares, sino porque ahora vive ahí, después de que un juez de Nueva York ordenara su libertad bajo fianza de ... 250 millones de dólares el 22 de diciembre. El fundador y líder de la plataforma FXT, que entró en prisión tras ser extraditado desde las Bahamas, espera a que se resuelva en 2023 el juicio en el que se le acusa de fraude electrónico, conspiración, lavado de dinero o financiación ilegal de partidos al frente de un negocio que se lanzó en 2019, que llegó a ser valorado en 32.000 millones de dólares y que se presentó ante el mundo avalado por grandes figuras políticas como Bill Clinton o Tony Blair. A sus treinta años, Bankman-Fried es ahora literalmente un 'banquero-frito' (así se traducen sus apellidos al español), después de haberse llevado por delante las fortunas de sus clientes.

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No es el único cibermagnate que tiene problemas estos días. Los 11.000 trabajadores que están en la lista de despidos de la empresa Meta, dedicada al desarrollo del metaverso (¡qué mal elegido está el nombre!), es seguro que no brindarán por su jefe esta noche. La compañía de Mark Zuckerberg acumula ya una deuda de 9.920 millones de dólares, y el líder ya ha dicho que eso del metaverso, al menos por su parte, «habrá que dejarlo reposar». La 'montaña de azúcar' (así se traduce Zuckerberg» al castellano) se derrumba, y el repelente niño Vicente creador de Facebook parece haber encontrado cierto límite a sus delirios de grandeza.

No le ha ido mejor a otra de las estrellas del gremio, el multimillonario Elon Musk, que sin duda pasará esta noche pensando en qué puede hacer con la mitad de la fortuna que todavía le queda, después de haber perdido la otra mitad (unos 200.000 mil millones de dólares) en un año, entre su entrada triunfal en Twitter y el derrumbe de sus acciones de Tesla. A instancias suyas (¿a quién se le ocurre?), los usuarios de la red social han votado que debe abandonar su cargo de director ejecutivo de la compañía, y ahora el ciberpayaso adinerado se siente al frente de una empresa que ya no huele a rosas, sino a turbador almizcle (así se traduce Musk del alemán y del inglés), después de haber superado los 2.000 millones de dólares en pérdidas.

Desde que Colón cambió espejos por oro a los indígenas del Nuevo Mundo, ni el nuevo mundo ni el viejo han dejado de especular, jugando con la ilusión de los incautos. Una palabra, especular, que no viene por cierto del falso brillo comercial de los espejos colombinos, sino de la capacidad de mirar desde arriba (del latín 'specula') para controlar el movimiento de los otros. Un término que se acuñó en el siglo XVII y que tuvo su máxima expresión en la famosa guerra de los tulipanes, cuando se llegó a pagar lo mismo por un bulbo que por una casa de lujo asomada a los canales de Amsterdam. Lo que Gordon Gekko, el famoso financiero interpretado por Michael Douglas en la película 'Wall Street', llamaba «la peor burbuja de todos los tiempos». Ya estamos viendo que no.

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Alcanzado al fin el fin de 2022, echamos cuentas y, al final, en la montaña de azúcar de nuestros buenos deseos navideños, los memes de whatsapp ganan por mil a uno a las felicitaciones navideñas en papel cartón. Y a las botellas de vino. Un espejo (grotesco) de esa evanescencia virtual con la que los especuladores se han hecho ricos traficando con nuestro afán de virtualidad. ¿Quieren decir algo más noticias como las de Bankman-Fried, Zuckerberg o Musk? Tal vez es mucho especular. Pero menos da una piedra. ¿O no? Feliz año.

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