Imaginemos que un Testigo de Yehová llega a la vicepresidencia de una autonomía. Castilla y León, por ejemplo. Y que se le ocurre que, todo aquel que vaya a recibir un trasplante de corazón, tiene que oír antes una grabación de los lloros de la ... familia en el entierro del donante. O un animalista y que, al ir a un restaurante a comernos un corderito asado, nos pongan un vídeo del animalillo retozando por los prados, mamando de la madre y, luego, en el matadero. O que es un anti-abortista y no imagina mejor plan que grabar el latido del nonato y ofrecérselo a la pobre chica embarazada que desea abortar.

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Ya sé, ya sé que lo del aborto no tiene nada que ver con lo de los trasplantes, pero utilizo esos ejemplos para ilustrar lo que pueden dar de sí ciertas cabezas. No andamos sobrados de inteligencia en nuestro gobierno. Ahora bien, el asunto no es baladí, un disparate más del señor García Gallardo. Podemos creer que la polémica de los últimos días durará poco; que el aborto no es, hoy por hoy, algo que ocupe y preocupe especialmente a los españoles. Pero algo similar sucedía en EE UU hace diez años y los ultraderechistas de Trump han conseguido que, en varios estados, se prohíba la interrupción del embarazo.

El PP no podrá gobernar sin Vox y me temo que en varias autonomías pueden aparecer más Garcías Gallardos. A lo mejor, al salir este artículo, el vicepresidente lumbrera ya no está, pero da igual: hay otros al acecho. No se cansan nunca de asustar, como los espantapájaros.

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