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Andan las dos Españas ideológicas, con el permiso de las muchas otras reivindicadas en este supermercado territorial de las naciones, a la búsqueda de argumentos para molerse a palos. Nada nuevo en nuestra Historia, que de todas las historias sin duda es la más triste, ... porque termina mal, que escribió Gil de Biedma, segoviano de la Nava, donde yace.
Y andan a la que salta, a la liebre que les permita aprovechar la oportunidad de doblegar a la otra parte y, al fin, humillarla. Las Españas son así, que en cualquiera de ellas es pecado tener sentido común.
Cercana ha saltado la historia y la liebre: en El Espinar. Allí, a palos no pero sí a reproches e insultos, han dirimido sus diferencias las dos Españas, que no han helado el corazón a los espinariegos, Don Antonio, porque aún las nieves se reservan para el invierno que viene.
No helados, pero sí avergonzados permanecen los espinariegos al ver que su hermoso pueblo es banco de pruebas de quienes se empeñan en resucitar viejos odios e ideologías que a la generación que viene y ya está aquí le suenan a chino, pero a chino majadero. Fascistas –el insulto comodín–, Largo Caballero y Unamuno sonaron en el también bello salón de plenos en una película que se obcecan en reponer.
Déjennos en paz y no alimenten la ironía de otro Don Antonio, el presidente Cánovas del Castillo, que harto de tantos jaleos y revoluciones soltó que la Constitución debería decir que son españoles los que no pueden ser otra cosa. No me extraña su hartazgo.
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