España ha vuelto
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España ha vuelto y está aquí para quedarse. La España de los rodillos. La de las componendas. La de los abusos de poder. La desabrida, la floja, la inconsistente, la de moral de circunstanciasSpain is back. España ha vuelto, dice, en inglés, la nueva ministra de Asuntos Exteriores, la Unión Europea y Cooperación, que así es su gracia. Y es difícil saber a qué España se refiere. Si es a la de la confrontación, a la de los ... bloques, a la de la conquista del poder caiga quien caiga, tiene razón. De momento, lo único que parece funcionar en el Gobierno es la reeducación socialista de sus socios de Unidas Podemos. El poder hace milagros y de repente, por ejemplo, a Pablo Iglesias ya no le importa la relación entre la nueva fiscal general y el comisario Villarejo. Como tampoco le inquieta la merma del control parlamentario sobre el Gobierno al pasar los consejos de ministras (y ministros) a los martes. De hecho, no podría decirse que el control parlamentario sea, hoy por hoy, su mayor preocupación. En eso no ha engañado a nadie. Para lo único que sirve el Legislativo es para acceder al Ejecutivo. ¡Menuda casta, estos del Parlamento! Ya lo decía Franco.
Spain is back. O sea, que España vuelve a ser, como en sus peores tiempos, rehén absoluto de los nacionalismos. Hasta el punto de que sea el inhabilitado Torra, alentado por los nuevos aires de la Fiscalía General de Estado, el que decide quién estará y quién no en la presunta mesa bilateral sobre el 'conflicto catalán'. Los independentistas, sí. Los convergentes, no. Tampoco le falta razón. Los convergentes ya gozan de su cuota en el Gobierno de España. Así que el antiguo socio hoy se parece más al enemigo. Ni siquiera le tendrá que pedir permiso a Pere Aragonès.
Spain is back. Y no Spain is different. En un mundo global, las actitudes son globales. Si Trump, haciendo de la recusación virtud, es capaz de brindar con los chinos con tal de perpetuarse en el poder; si Putin, en la cima de su reedición del viejo imperio ruso, es capaz de cambiar la Constitución para sucederse a sí mismo. ¿Por qué aquí nos ponemos así por un par de retoques aquí y otros allá en una democracia que, todos lo sabemos, es de suyo imperfecta? ¿Desjudicialización de la política o politización de la justicia? ¿A quién pretendemos engañar? El desenladrillador que lo desenladrillare. Si ya antes se hacía mal, por qué no hacerlo peor. Me da la impresión de que don Carlos Lesmes tenía ayer aún peor cara que la del día del fallo de las hipotecas.
Spain is back. E inmediatamente: Spain is here to stay, dijo González Laya. España ha vuelto y está aquí para quedarse. La España de los rodillos. La de las componendas. La de los abusos de poder. La desabrida, la floja, la inconsistente, la de moral de circunstancias. La que no termina de entender qué cosa es eso de la democracia. ¿Y está aquí para quedarse? No, por favor. Si es esta la España que regresa, más le valdría seguir ausente. Ahora solo falta que Vox salga diciendo que la España que tiene que regresar es la de los Austrias, la del imperio. «Dios es español y está de parte de la nación», decía don Gaspar de Guzmán y Pimentel –más conocido como Conde Duque de Olivares– antes de ser desterrado por Felipe IV y de comparecer, incluso, ante el tribunal de la Inquisición. Qué pena, usar el nombre de nuestro país tan en vano. Y además en inglés.
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