![España no existe](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201906/03/media/cortadas/edito-k1rB-U80423787470EOD-624x385@El%20Norte.jpg)
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Iba a comenzar estas letras con una frase memorable de nuestro paisano lingüístico, Jorge Luis Borges. Pero no, leyendo la opinión que de los políticos tiene Salvatore Roncone (Bruno), protagonista de 'La sonrisa etrusca' de José Luis Sampedro, me parece más acertada esta definición. « ... La patria es de los militares, que comen de ella; la política es de señoritos, primero fascistas con Mussolini y demócratas después». Desde nuestra perspectiva, cambiamos al dictador y de guerra. Ellos finalizaron la Segunda Guerra Mundial ganando al fascismo. En nuestro enfrentamiento Civil, triunfaron los sublevados a la legalidad (la República) y parafraseando una escena verbal de la película 'Las bicicletas son para el verano', en España no llegó la paz, llegó la victoria. Y de lo que nos trajo la victoria aún sentimos mínimamente sus frutos, transcurridos más de cuarenta años de democracia.
Es desalentador –¿asqueroso?– comprobar cómo la prensa de edición nacional desalienta el respeto a lo nuestro, el uso sin prejuicios ni miedo de nuestra lengua y nuestro pasado. Dicho periódico, que tuvo durante años en la cabecera una flagrante falta de ortografía, es capaz de cambiar el título de un libro, con la única intención de salirse con la suya. Me explico. En la separata de literatura de dicho diario, se reseñaba 'Enciclopedia de filosofía iberoamericana'. En la portada del mismo, a modo de índice, se resaltaba dicho texto, pero he ahí la trampa, mancillaban el título con la siguiente entrada, 'Enciclopedia de filosofía latinoamericana'. Tergiversan la verdad y desprecian la realidad histórica de España.
Si damos una hojeada a la realidad pretérita de dichos estados de la América Hispana, las tierras que en principio se nominaron Indias Occidentales, fueron descubiertas por la Corona de Castilla. A partir de aquellos años y tras la unificación de una parte de los reinos ibéricos (Coronas de Aragón y Castilla junto al reino de Navarra) bajo un mismo gobierno, tomo el primigenio nombre de España. A partir de esa fecha, hablar del Imperio español nos suena como algo delictivo o dicho bajo la influencia de la iglesia Católica, un pecado mortal y nuestra Leyenda Negra una losa que no nos atrevemos a limpiar. Prueba de ello es la pequeña, algo más que pequeña, anécdota contada.
¿Por qué renegamos de nuestro pasado glorioso? ¿Inglaterra y su imperio británico, pierde su orgullo? ¿Francia manifiesta que el Quebec canadiense es latino? Perdonen que me ría mientras escribo estas cuestiones, pero hasta en literatura nos achicamos. En un comentario sobre la última obra de Miguel de Cervantes, 'Los trabajos de Persiles y Segismunda', el redactor de dicho comentario se acojona y no se atreve a declarar la grandeza de nuestro más universal escritor, creando una comparación denigrante para el autor del Quijote frente a Shakespeare. Transcribo, de mala leche, dicha ofensa: «Nuestro Shakespeare da más juego que Shakespeare porque sí sabemos muchas cosas de su vida». No quiero continuar la frase. Dicha comparación es peor que tirar piedras contra tu propio tejado, es tirar la casa y dejar que los anglosajones o los francófonos construyan en el solar su morada literaria, su orgullo cultural. Nuestra carencia.
Haciendo memoria y para no errar consultaré el libro que encuentro en el anaquel de poesía. Son los poetas de allende los mares quienes mejor manifiestan el legado cultural y civilizador de quien emigró, conquistó y colonizó aquellas tierras. Neruda, subraya con agradecimiento lo que el Imperio español, sus ambiciosos y torvos soldados dejaron: la palabra, la lengua castellana. Si el reconocimiento venia de Chile en Sudamérica, es el nicaragüense Rubén Darío, quién renovó las anquilosadas letras españolas con el Modernismo, el que loa en el poema 'Los Cisnes', sus orígenes culturales. «Soy hijo de América, soy nieto de España…», de esta manera nos devuelven con creces lo que les llevamos, afianzando una riqueza cultural y lingüística que ellos sabiamente valoran y comparten, uniendo ambos mundos en una historia, un pensamiento común, América, España. Como decía el ínclito y sátiro Quevedo, defendámonos «de las calumnias y noveleros sediciosos».
Cierro estas líneas con una anécdota, real o ficticia, depende de ustedes. «Una pareja pensaba irse de vacaciones, él propuso viajar a un país de América Latina. ¡Nada de eso! repuso ella, no quiero problemas con el idioma. Si vamos que sea un país que hable español y con el que compartamos parte de nuestra historia. Cualquier lugar de Hispanoamérica. Él, todavía lo está pensando... Vale.
P.D. ¿Qué les parece el neologismo, Hispanolatino?
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