De espaldas al mundo
La Platería en llamas ·
«El descenso de la participación en procesos electorales como el que encaramos marca el grado de letargo de una sociedad, a pesar de todo, perezosa y conformista»Secciones
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La Platería en llamas ·
«El descenso de la participación en procesos electorales como el que encaramos marca el grado de letargo de una sociedad, a pesar de todo, perezosa y conformista»AMiguel Mihura no le gustó el modo en que Álvaro de Laiglesia capitaneaba su barco cuando vendió 'La Codorniz'. Aquel genio consagrado al humor y a la argucia dialéctica se agitaba en el asiento cuando leía los artículos del joven, aunque bregado en terribles frentes, ... director de la publicación que él trajo al mundo. Y su disgusto llegó a tal grado que en diciembre de 1946, entre el esplendor goleador de Zarra y el rodaje de la 'Nada' iluminada por Laforet en manos de Edgar Neville, ambos se enzarzaron en una breve pero intensa correspondencia sobre el modo en que debía comportarse el editor de aquella sacrosanta, complaciente y bendecida revista humorística.
«Yo recuerdo que 'La Codorniz' nació para tener una actitud sonriente ante la vida», le escribía Mihura a De Laiglesia entre no pocas chanzas y burlas ingeniosas, al tiempo que afeaba su «subida a la parra» con la queja constante y la crítica creciente por el precio de las patatas o del pimentón, la escasez de queso y de lombarda al inicio del invierno, o la falta de bancos en El Retiro y de iluminación en el Metro.
A pesar de la gracia natural del fundador de La Codorniz, famoso por sus ocurrencias y sus hilarantes polémicas, De laiglesia y Mihura enfrentaron durante aquellos días tristes y enmudecidos de posguerra con su polémica (zanjada precisamente por Neville, todo hay que decirlo, apelando al grado de antigüedad) dos modos de afrontar las inclemencias de la vida que aún sirven de cobijo a todos los que hoy continuamos vagando perdidos por el mundo.
Pretendía Delaiglesia defender el ímpetu influyente de su periodismo humorístico y literario: «Yo quiero que la gente deje de gruñir. Si su tía gruñe porque sube el alpiste, yo procuro que el alpiste baje»; y se oponía con la actitud crítica de sus artículos a la aceptación pasiva y risueña de una realidad que incluso Mihura reconocía desagradable y a la que pretendía ofrecer la espalda: «No se preocupen ustedes de que el mundo esté hecho un asco. Vamos a olvidarlo y a reírnos de los señores serios y barbudos que siempre están dando la lata y buscándole los pies al gato».
La visión inconformista de De Laiglesia y la narcotizante de Mihura continúan frescas y vivarachas. Ambas están hoy insertas entre nosotros. Persiste entre muchos el empeño de darle vueltas a todos los detalles que hacen el mundo tan abyecto mientras una miríada de acomodaticios procura fijar su atención hacia otro lado. Hoy hay millones de Álvaros quejándose y sacándole punta a cuantas barbaridades y contradicciones dificultan la vida de la gente y otros tantos Mihuras que –en contra de lo que invite a suponer semejante encaste– se niegan a entrar al trapo, y dedican su existencia a hablar de mariposas, como recomendaba don Miguel; mariposas que hoy son memes coloridos, de vida igualmente breve, o canciones que compiten entre ellas, o estadísticas deportivas que comparan los resultados imposibles y sobrehumanos de todos esos héroes contemporáneos que nos hemos procurado para idolatrar a alguien en la fugacidad de nuestro tiempo.
Acaso en la España sometida de 1946 era inútil la visión crítica de De Laiglesia y práctica la acomodaticia de Mihura. Pero que en la actualidad impere esa modorra del sentido crítico, esa moridera de la responsabilidad cívica, enciende las alarmas. El descenso de participación en los procesos electorales como el que encaramos marca el grado de letargo de una sociedad perezosa y conformista –a pesar de todo–, incapaz de asumir su papel activo en esta función y atender, según su criterio, la escasez sempiterna de lombarda. Aunque sea entre risas y memes; que una cosa jamás debiera estar reñida con la otra.
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