El eslabón más débil

Así, los países occidentales siguen buscando energías alternativas al petróleo, cuya dependencia para la industria se ha transformado en ese factor limitante de crecimiento del que hablaba Liebig. Por eso, las empresas más avanzadas buscan no solo captar el mejor talento sino también exprimir las fórmulas para retenerlo. Un solo elemento de la cadena, que siempre coincide con el eslabón más débil, condiciona todos los demás.

Ahora que estamos inmersos en otra campaña electoral, se entiende el hartazgo de los ciudadanos. El legítimo, pero cansino, debate ideológico de las izquierdas y las derechas, de la interesada moderación en unos casos y la enfermiza propaganda populista en otros, evidencia una enorme falta de astucia y de incapacidad para interpretar un contexto en el que se pide a gritos por parte de la población consensos sobre nuestros eslabones más débiles. Esos que deberían sentar las bases de nuestra identidad como país, que siguen sin resolverse y que suponen una amenaza.

La Ley del Mínimo sugiere que la política contiene otra parte distinta a la que vemos, pero oculta en medio de tanta estrategia hueca, asesoría sin contenido y eslogan de maquillaje.