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Cuando alguien dice que es diferente a ti quiere decir que es mejor que tú. Yo nunca me he encontrado a nadie que, al sentirse diferente, se sienta inferior, pero, la verdad, me encantaría, sería el primer nacionalismo basado en la humildad, en la impureza de sangre, en la épica inversa y en una mitología que emerge del fracaso. Es decir, de la verdad. Porque todos tenemos más fracasos que éxitos, para qué vamos a engañarnos. Estaría divertido, sí. Pero lamentablemente es ficción y su anhelo solo puede llevar a la melancolía. La realidad nos recuerda que todo nacionalismo es una deficiencia intelectual y moral –si es que ambas cosas no fueran, en realidad, la misma– y tiene sus cimientos la creencia firme de que ellos son mejor que los demás. Los nazis lo llevaban a lo genético. Junqueras también, recordemos que él piensa que hay diferencias genéticas entre catalanes y el resto de españoles –en realidad, no hay más que verle– e incluso Arzalluz mantenía que la ausencia de RH probaba que los vascos tenían raíces propias. Por su parte, el nacionalismo español piensa que los españoles somos mejores que los marroquíes e incluso hay algunos –sin duda, mis favoritos– que meten el catolicismo en el ajo y sienten que nuestra religión es parte de la identidad, como si el mensaje de Jesús no fuera universal y en realidad hubiera venido al mundo para salvar solo a los españoles de derechas. En fin, todo nacionalismo comparte un mismo retraso mental. Y una misma indigencia moral. Lamento el tono, pero no caben medias tintas y puede que haya niños leyendo esto y es importante educarlos para que sepan que aunque no seamos tan fanáticos para saber donde está el bien, sí que tenemos claro dónde está el mal. Y que no todo vale. En democracia lo único que tiene que cumplir un ciudadano es la ley, no demostrar pijadas identitarias para ser aceptado. Hay que explicarles que el siglo XX ha sido un baño de sangre por culpa de los nacionalismos, que han sido y son capaces de crear más guerra y más muerte que cualquier otra cosa en el mundo. El XXI va por el mismo camino gracias a ese nacionalismo ultraconservador 'sui generis' de Putin. En este sentido, les recomiendo que lean 'Limonov', de Emmanuel Carrère para entender mejor la monumental ida de olla que es Rusia y sus esquemas. Pero es importante entender que todos los nostálgicos son el mismo. Solo difieren en el momento al que quieren volver: unos a Franco, otros a la URSS. En la izquierda unos quieren volver a 1968, otros a 1934 y otros a 1917. La cosa, como ven, es progresar. En cualquier caso, la estructura mental del reaccionario de derechas o de izquierdas –lo reaccionario es la base de todo nacionalismo– es la misma: el pensamiento mágico, la enorme mentira de pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Y lamento recordar que esa percepción es falsa: todo tiempo pasado fue peor. Lo que pasa es que ese tiempo era tu tiempo. La realidad es que, a pesar de las percepciones de cada uno –formadas por intereses oscuros y de los que nacen después los populismos– nunca ha habido en el mundo menos violencia, menos violaciones, menos hambre, menos pobreza, menos guerras y más derechos para el mayor número de personas que hoy. El éxito de esto, por supuesto, se debe a esa dupla imbatible que forman capitalismo y sociademocracia, que no es más que el orden de posguerra fundado por las derechas europeas para derrotar a la izquierda ideológica, aunque esta aún no se haya enterado de que han perdido y sigan levantado el puño al paso de la plusvalía. No habrá revolución. Ese es el gran éxito de la derecha: que media izquierda se haya pasado de bando sin enterarse. Su gran fracaso es no haber sido capaces de hacer entender a los suyos que han ganado.Pero a lo que vamos. El jueves nos despertábamos leyendo a Urkullu en 'El País', que, para estas cosas, es como leerlo en el BOE. Urkullu habla para votantes del PSOE. Y, por lo tanto, lo hace con el permiso del PSOE, como preparándolos para la humillación que se les viene encima. Entre otras perlas nos dice que «el 'café para todos' de la Constitución iguala por abajo para recortar por arriba». 'Arriba' son ellos, claro. Y 'abajo' usted, pobre paleto mesetario, cuyos padres e hijos no deben tener los mismos derechos que los padres e hijos de Urkullu por el trascendental hecho de no ser vascos. Bueno, en realidad mete en el ajo a catalanes y a gallegos para no resultar tan excluyente. Pero resulta aun más repugnante. Y, sobre todo, propone una convención para cambiar la interpretación de la Constitución desde fuera del Congreso. Es decir, Urkullu plantea ponerse por encima de las instituciones –es decir, por encima del pueblo– para cambiar el ordenamiento jurídico cambiando el sujeto de soberanía a sus santas pelotas vascas. Todo para el desarrollo nacional de las 'comunidades históricas', que son, según él, «las que contaban con un modelo de autogobierno previo a la Constitución del 78». Tócate los pies. No le debe parecer suficiente autogobierno las Cortes de León desde 1188 o las de Castilla desde 1250. Cortes en las que no estaba representada Bilbao por el simple hecho de que no existía. Y, por cierto, no comenzaría a existir hasta el 15 de junio de 1300, cuando López de Haro funda la villa de Bilbao en Valladolid. Si los de Bilbao nacen donde les da la gana, los de Valladolid fundamos Bilbao donde nos sale de las narices. No sé si es suficiente comunidad histórica cambiar el destino de la humanidad con el descubrimiento de América o no. Y lo digo, más que nada, porque los señoríos de Vizcaya son parte integrante de Castilla desde su nacimiento y en la tierra de Urkullu no han visto un vascón ni en pintura. Y si quieren ir un poco antes en la historia, debería conocer que cuando los hunos entran en terreno de los francos, estos invaden la tierra de los vascones, que se refugian en la tierra de los Bárdulos, es decir, en el norte de Burgos, origen de Castilla y terreno muy cercano al pueblo de Urkullu. Por lo que la referencia es circular y autorreferencial: hay vascos en el origen de Castilla y hay castellanos en el origen de Vizcaya. ¿Por qué? Pues porque somos los mismos desde siempre, lehendakari. Y si no lo fuéramos y hubiera que elegir una sola comunidad histórica en todo el orbe esa sería, sin duda, Castilla y León. Y, en todo caso, sois parte de ella. Así que escucha, Urkullu. Para decir en serio a nuestros hijos y a nuestros padres que son ciudadanos de segunda, para pasar por encima de las instituciones democráticas, de la historia, de la democracia y para que aceptemos lanarmente que merecemos menos que vosotros por el hecho de no ser vascos o catalanes, mucho me temo que no va a ser suficiente con la ayuda del PSOE.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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