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No escribimos, no esperamos
COLA DE LEÓN ·
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COLA DE LEÓN ·
«Escribir cartas es algo íntimo que requiere reposo y reflexión»Recuerda cuándo fue la última vez que envió una carta? No me refiero a una profesional o dirigida a alguna administración para reclamar algo, no; le pregunto por una personal de esas que se llenaban de añoranza y ternura. ¿La recuerda? Yo no y eso que hubo una época en las que escribí muchas. De hecho, hace poco apareció por casa de mis padres una caja (de zapatos, claro) llena de cartas amarillentas olvidada en algún rincón. Al levantar la tapa casi sentí la misma emoción que me recorría entonces al rasgar los sobres; esa prisa por leer y casi ansiedad por responder… La vida continúa sin ciertos recuerdos hasta que algo los resucita y los sentimientos afloran con la misma intensidad.
Escribir cartas es algo íntimo que requiere reposo y reflexión. Supone un tiempo, que aunque no quedará evidenciado sobre el papel, será lo más valioso que el remitente ofrezca al destinatario. Es casi un ritual que obliga a mirar hacia dentro para sacar fuera; papel en blanco disfrazado de los ojos de la persona a la que se cartea. Las nuevas tecnologías permiten un contacto más instantáneo y diario. El pragmatismo le gana una vez más la partida al romanticismo.
Ahora abrir el buzón carece de ilusión, esa que un coronel decía que «no se come, pero alimenta», según García Márquez. Tras la portezuela, publicidad, facturas,… y si hay algo extraordinario, malo, toca pagar. Según el Informe Anual del Sector Postal, más del 77 por ciento de los españoles no envió ninguna carta personal durante el año pasado. Casi el mismo porcentaje afirma no haberlas recibido. Enviamos menos de la mitad que hace 10 años. Ni siquiera en estas fechas se hace. No hay felicitaciones navideñas en el taquillón de entrada. Ya no escribimos cartas. Tampoco las esperamos.
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