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Es la gran pregunta, la que ha sustituido en todas las cenas a la inevitable cuestión de ¿se arreglarán los partidos o iremos a elecciones? Despejada la incógnita, la nueva duda dirige su mirada al lunes 11 de noviembre, la fecha en la que sabremos, ... desde el minuto inicial de la jornada, si será posible formar gobierno con cierta facilidad y algunas garantías, o si, por el contrario, nos enfrentaremos a otro parto de los montes que acabe definitivamente con la poca paciencia que aún les queda a los ciudadanos de este bendito país.
No creo que nadie en su sano juicio se atreva a formular un diagnóstico con visos de exactitud. Por decirlo claro, puede pasar de todo, por más que las tendencias que indican las encuestas permitan formular algunas hipótesis plausibles. La menos arriesgada es el incremento de votos del PSOE, que trabajará denodadamente en estas próximas semanas por seducir a los desencantados que optaron por Podemos y Ciudadanos el pasado mes de abril.
En el cuartel general de los socialistas la idea fuerza es pescar a ambos lados de la barca, a babor y a estribor. Por un lado, ofreciendo una alternativa a los anhelantes de una izquierda social, redistributiva y un punto idealista. Y por otro, entonando cantos de sirena capaces de convencer a aquellos que se mueven en el amplio territorio del centro. Esta estrategia tiene, de entrada, dos problemas. El primero es que no se puede ser de izquierdas y de centro moderado al mismo tiempo. Y el segundo es el efecto hartazgo que puede hacer que muchos votantes del partido se queden en casa engrosando la filas del verdadero gran adversario socialista, que no es otro que la abstención.
El PP también saldrá, previsiblemente, bien parado de este embate. La moderación exhibida por Pablo Casado en esta ultima etapa y la convicción de muchos de sus fieles huidos a Vox de la necesidad de agrupar los votos en procura de utilidad, hará que sus resultados se incrementen. Esto acentuará el papel del joven líder que podrá exhibir, junto con la subida electoral, los gobiernos de Madrid, Galicia, Castilla y León, Murcia y el Ayuntamiento de Madrid. Buenas perspectivas, sin duda, de cara al 10-N.
Donde hay un cierto desconcierto es en Ciudadanos. Los bandazos erráticos de Albert Rivera, han dejado a parte de la militancia y de los votantes de esta formación bastante confundidos. La marcha de destacados miembros críticos con la dirección del partido y la falta de un proyecto nítido e inequívoco para el país, pueden pasarles factura en las urnas. Se notan nervios, y hay motivos fundados para esa alteración del sistema neurovegetativo ciudadano.
Unidas Podemos se enfrenta a todo un reto tras la negativa de Pablo Iglesias a aceptar la vicepresidencia y los tres ministerios que les ofreció Pedro Sánchez, parece que en un momento de debilidad. Además del 'efecto Errejón', aún por calibrar, hay una cierta marejada interna y el liderazgo de Iglesias empieza a ser cuestionado. Previsiblemente haya defecciones rumbo a aguas socialistas y 'errejonianas', en ese caso, la bajada electoral de hace seis meses puede aumentarse notablemente. Y algo parecido ocurre en Vox. Tras el desahogo de abril muchos apoyos retornarán al hogar de los populares por aquello de la utilidad. Tal hipótesis es previsible y los de Abascal saben a lo que se arriesgan pese a su inmutable fachada.
Las verdaderas respuestas dentro de solo 45 días. Por cierto, toda una eternidad en política.
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