Escamoteos de verano
El espigón de Recoletos ·
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«Se nos ha instalado el disimulo como forma de gobierno y estilo de vida»La política española es un ultraísmo, que balancea del tópico al escándalo, según el brote. Los Juegos de Tokio y las hazañas de Simone Biles nos distraen de la incierta continuidad de los ERTE y las ayudas de la Seguridad Social a los autónomos, y ... de la inconcreta asignación de los fondos europeos. Anteayer el presidente dijo en Palma de Mallorca que el Gobierno «mantiene un criterio absolutamente objetivo en el reparto de los fondos europeos para el conjunto de los territorios», pero no dijo cuál. En cualquier caso, nos hemos ido de vacaciones, porque nada de lo que ocurra excluye nuestras ganas de ocio, de playa, de chiringuito, de escapada...
El verano le da coherencia y realce a lo español. Es decir, en el estío y a despecho de la crisis, el españolito supera prevenciones y opta por la vía lúdica. Los comercios supervivientes han echado el cierre en agosto, las familias han huido a la costa y lo único que ha quedado del coronavirus es el nombre. Por eso le ha parecido bien a él, como virus letal que es, rehabilitarse, contagiar a tutiplén y bañarnos en una quinta ola. El arte de gobernar es difícil, especialmente cuando no se tiene nada que decir. En 'La Retórica', fray Luis de Granada apunta la intuición y la reflexión como fundamento de todo discurso y ya vemos que somos huérfanos de ambas.
Fenelón iba más allá y en sus 'Diálogos', publicados en 1718, escribió que el orador debía ser filósofo y artista, nada menos: «Es preciso para hacer un orador escoger un filósofo, es decir, un hombre que sepa probar la verdad y añadir a la exactitud de los razonamientos la belleza y la vehemencia de un discurso variado». Es decir, que el buen orador convence –razona– y persuade –emociona–, cosa que no se hace ya desde el escaño, como el supuesto diálogo 'bilateral' entre el Gobierno de España y el de la Generalitat, de poder a poder, de tú a tú, de Sánchez a Aragonès, que al final se trata de aprobar los Presupuestos de 2022 a cambio de un referéndum de autodeterminación y la amnistía para los condenados por el procés, que ya han sido indultados por el Ejecutivo –por cierto–, más otras vejeces y menudencias.
Azorín escribía que casi todos los oradores antiguos eran escritores, cultivaban la poesía lírica, escribían dramas y trazaban cuadros históricos. Ahora se plagia y se le echa mucha cara, que es más rápido y no conlleva más esfuerzo que el que hace el negro. Se nos ha instalado el disimulo como forma de gobierno y estilo de vida. Así, el Tribunal Constitucional ha sentenciado que el estado de alarma fue inconstitucional y que el Poder Ejecutivo vulneró nuestra carta magna y el derecho fundamental de los españoles a la libre circulación al proclamar un estado de excepción encubierto. Viendo estas bellaquerías, como don Pablos de Quevedo, «escandalicéme mucho y propuse de guardarme de semejantes hombres». Pero en el siglo del escamoteo, abstraerse de tales tunantes es harto difícil, Amore.
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