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El mundo, nuestra vida, la oferta cultural, cada vez me recuerda más a aquel almacén en el que, al final de 'En busca del Arca Perdida', se enterraba entre otros millones de cajas parecidas el Arca de la alianza. Pasea uno por las plataformas, librerías, ... tiendas online y hasta aplicaciones de restaurantes como por Xanadú, como un Orson Welles Kane que ha comprado demasiadas cosas como para ser capaz de disfrutar de una sola. Ya tenemos de todo y, como cuando te tiras dos horas mirando la nevera esperando que algo te despierte el hambre, la mayoría de las veces desaparece antes el hambre que las ganas de elegir.
Ya lo tenemos todo o, al menos, ya tenemos la impresión de tenerlo todo, y resulta que no nos apetecía la mayoría del todo y lo que nos gustaba era desearlo. Tienen los franceses (porque algo tenían que tener) un dicho: «El mejor momento del sexo es cuando se están subiendo las escaleras camino del dormitorio». Sí es verdad esto, pero, como todas estas frases, llena de matices, a veces, algunas, lo que ocurre en el dormitorio hace olvidar esa subida. Con tanto armamento cargado, últimamente le encuentro un placer especial a, por rebeldía, jugar a la ruleta rusa. Entro en una librería y pillo el primer libro que me salta a los ojos, lo leo y a veces es una sorpresa y a veces simplemente un disparo al aire. Lo cierto es que, cuando hago diana, experimento un placer realmente especial. Así que he ido aplicando la 'ley del capricho' a más productos. Esto hizo que, el otro día, frente a una de esas plataformas abarrotadas y tras diez minutos de pasear el cursor, decidiera poner, con cero referencias, 'Los Melvin contra las máquinas' y Alea jacta est.
Hubo diana, me encontré una película de animación hecha por personas, quiero decir, entre tanto producto fabricado por algoritmos que miden aquello que ha funcionado para replicarlo una y otra vez, la película jugó con mi mente, con mis esquemas sociales y con mis límites del humor como si los hubiera metido en una coctelera y agitado fuerte.
Era la historia de alguien que había vivido, hecha por personas que habían entendido lo que ese alguien había vivido y lo habían traducido a dibujos animados, más reales y con más corazón que el 90% de productos que veo y que me suenan a hechos por las mismas máquinas que, con poca táctica y mucho caos, combaten los Melvin.
Apagué y me sentí triunfante, había encontrado el Arca Perdida, vale que por casualidad, vale que sin estrategia. Seguiré jugando a la ruleta rusa, me da la impresión de cada vez más, que es la única manera de acertar, equivocarse mil veces.
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