Ibarrola

La equidistancia

«Igea mira a Castilla y León como un todo, sin equidistancia y quizá por esa proximidad y esa lejanía que le acompañan en virtud de la zona a la que mire su análisis final resulta tan desconcertante»

J. Calvo

León

Lunes, 3 de mayo 2021, 07:20

La equidistancia calibra en idéntica proporción dos puntos separados entre sí, pero equivalentes al lugar desde el que se efectúa la medición. De algún modo representa la perfección a la hora de establecer relaciones entre objetos distantes, pero coincidentes al mismo tiempo.

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Efectivamente, la equidistancia ... es perfecta en el mundo matemático e incluso en algunos aspectos de la vida, digamos, ordinaria.

Pero ese efecto de perfección se fractura si se aplica al mundo político donde, precisamente, sería más necesaria que nunca. Ahora que la acción política es un volcán en permanente erupción la equidistancia resultaría clave.

No hay, objetivamente, un político que mire o analice de forma equidistante las realidades que le rodean. Mucho menos, Francisco Igea, cuya capacidad de análisis –entre el sarcasmo, la ironía y un punto de mala leche envasada– siempre deja algún herido de muerte.

Su visión de la comunidad no le permite apreciar todas las realidades que le rodean. O, al menos, no se aprecian con el mismo nivel de objetividad. Es como si en Castilla y León la distancia hiciera imposible la equidistancia, el equilibrio y el sosiego.

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Igea, poco amigo del leonesismo y lo que significa, ha insistido en los últimos días en un análisis frívolo de la situación que rodea al bien denominado Reino de León, efectivamente un reino y, efectivamente, leonés. No se trata de una reflexión serena, parece, sino condicionada por aquello que se entiende como una abrupta reivindicación a la que se añaden calificativos con enorme alegría: rupturista, independentista e insolidaria, entre otras.

No es así. La frivolidad es creer que la denuncia, la queja, el lamento y hasta el hartazgo de los leoneses vienen de una posición infantil, quejosa, tristona y poco adecuada a la realidad, de un empeño inútil y estéril por provocar pena y desde ella buscar culpables. Al contrario, ese lamento obsesivo y persistente, casi machacón, llega de la evidencia y la creencia cierta de que esta no es una comunidad de oportunidades, de las mismas oportunidades.

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En el centro de la comunidad el sol calienta más que al norte, y no solo es algo meteorológico. En ese punto las inversiones se enfocan con otra dimensión priorizando un corredor industrial que desde luego no se ha aplicado hacia al norte.

Esta es una comunidad de dos regiones y de dos velocidades que cada vez son más apreciables, visibles y evidentes en los propios datos del Instituto Nacional de Estadística, hasta hoy poco sospechoso de ejercer como escudo protector del leonesismo.

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Convendría que reflexionara el vicepresidente sobre esa realidad industrial que, desde luego, no tiene que ver con la distancia que separa a León de Madrid, lo mismo que no tiene que ver con la distancia que separa a esta provincia de Málaga o Barcelona.

Algo debe ocurrir cuando el desencanto hacia los políticos y lo político de la comunidad se extiende como una pandemia por la provincia, por el Reino, lo mismo que algo debe ocurrir cuando el tercer municipio más importante de la provincia de León es, precisamente, Madrid.

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Francisco Igea mira a Castilla y León como un todo, pero un todo irreal, lo hace sin equidistancia y quizá por esa proximidad y esa lejanía que le acompañan en virtud de la zona a la que mire su análisis final resulta tan desconcertante.

Al calor del centralismo todo es más luminoso y colorista. Al otro lado, más al norte, casi siempre hace frío, casi siempre es de noche, y el color que predomina es el gris.

Es lo que tiene mirar desde la distancia, pero sin equidistancia. Y así, siempre hay una realidad que no se quiere ver.

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