Secciones
Servicios
Destacamos
Cuando el silencio cae en forma de nieve, la soledad se vuelve blanca y las navidades rehúsan los tumultos. Esta semana ha nevado en varias provincias de Castilla y León y quizá ello refrene la inclinación de muchos por desplazarse y consumir compulsivamente en las ... próximas fechas. Lo que, dadas las circunstancias, tampoco vendría del todo mal para que sigan descendiendo las cifras, siempre aterradoras, de contagiados y fallecidos por la pandemia.
Y, además, esta moderación –en muchos casos forzosa– contribuirá a resolver las dudas y confusiones que el verdadero laberinto de normativas a nivel estatal y autonómico genera en quienes quieran celebrar las fiestas con familiares y 'allegados', teniendo que moverse para eso entre unas localidades y otras. Resulta imposible conocer si, por todo esto –y no precisamente para bien–, las navidades del 2020 serán más recordadas que otras o, como ocurre con tantos episodios no agradables de nuestras vidas, procuraremos olvidarlas cuanto antes. Igual que sucede con los rituales ligados al verano, la repetición de idénticos actos –año tras año– tiende a crear una sensación de continuidad en la existencia. Lo cual puede provocar que no distingamos con demasiada claridad la celebración de una 'nochevieja' o unos 'reyes' de otras, en especial si se han venido realizando en el mismo lugar y con el mismo grupo de gentes.
Es, seguramente, por todo ello que uno no se acuerda tanto de las navidades más ruidosas o animadas, sino de las que fueron inusuales e incluso extrañas. Y, en mi memoria, destaca una entre las de las últimas décadas que, como en estas que se anuncian, las nevadas cubrieron de un manto silencioso el cielo, los caminos y las horas. Fueron unas navidades nada más compartidas por las pocas personas de mi familia con que sigo celebrándolas y mis dos perros, ya desaparecidos. Tras la cena de nochevieja, salimos a la puerta de la casa y el campo se hallaba blanco e impoluto; tanto que las pisadas de las mascotas dejaban marcas semejantes a signos o augurios de futuro en senderos que hacía siglos que no transitaba nadie. No había ni un alma en los alrededores. Ni otro sonido que el que hacíamos al caminar sobre la nieve. Las estrellas parecían más cercanas que nunca y el resto del mundo raramente lejano. Una paz así produce la ilusión de que la realidad es y está, por fin, completa. Plenitud de la calma. Serenidad del tiempo detenido en una oscuridad sin miedos.
Es difícil saber ahora si esta Navidad se recordará también por excepcional e inusitada. Por ser la Navidad en que la gente no pudo reunirse como solía –o se siguió reuniendo a pesar de todo–. Si nos acordaremos de ella como el momento en que las cosas empezaron a normalizarse o, por el contrario, servirá de pórtico a una etapa todavía peor –según pronostican los más agoreros–: a una 'tercera ola' que, con el nuevo año, traería más casos de contagio y de muerte, desempleo, hambre o pobreza. El hundimiento de lo que aún queda de otra época más feliz. Hasta que las vacunas nos 'salven', ya que no estaría muy claro que el sentido común –que tan escaso, hoy, se nos revela– baste para lograrlo.
Pues si este ha sido –que lo es– un año de catástrofes y pérdidas, de dolor o de desesperación, ello no garantiza que lo vayamos a olvidar rápidamente. Quizá por esto nos costará más dejarlo atrás. Dado que no son los periodos normales y dichosos, aquellos en que el tiempo corre mansamente sin ser notado, los que se recuerdan mejor. Me he remontado más arriba a la nochevieja en que todo me causó la impresión de ser pleno y perfecto porque tampoco eso es lo habitual. Sin embargo, sí que permaneció en mi memoria tal instante singular. Único por sosegado, por silencioso y por eterno.
Cuando esto no sucede ordinariamente en esos días. No olvidemos: suele ser más arduo que sobrevivir a la soledad o el desencanto el hacerlo sobre la felicidad y el amor. Sobrevivir a la pérdida o desaparición de ambos. Y acostumbrarse a la presencia tenue de todos lo que ya no comerán ni beberán con nosotros, espíritus del hogar, compañeros de la vida y apenas fantasmas en nuestros sueños…
Noticia Relacionada
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.