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El epílogo
RINCÓN POR RINCÓN ·
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RINCÓN POR RINCÓN ·
«Igea es el último quijote de esta aventura política, pero le acompañan un buen número de abnegados creyentes, fieles dispuestos a dejar ver su último aliento sobre las rocas a las que están destinados a estrellarse»Francisco Igea se reconoce a sí mismo como el militante destinado a escribir el epílogo de Ciudadanos. Y seguro que es así. Desde hace tiempo poco queda de aquel partido liberal y progresista, heredero de la tradición constitucional nacida con la Ilustración.
Ciudadanos es hoy ... una naranja exprimida. El partido que levantaba la bandera de la libertad frente a la «derechita» y la «izquierda radical» está consumido. Un poco de corteza y algunas pepitas perdidas, si acaso, es lo que ahora queda sobre la mesa.
Igea, pese a todo, mantiene las ideas y los principios que formalizaron el nacimiento de su formación política, a la que ha mantenido desde la discrepancia una fidelidad incuestionable y fuera de toda duda.
Hay quien está llamado a resistir hasta el último aliento pese a lo duro que puede resultar reconocer que Ciudadanos es una formación descorazonada, sin punch social, muy aburrida, estropeada por sus propios errores, consumida y destinada a terminar en la papelera de reciclaje de todos los ordenadores. No ha sabido caminar con los tiempos, en definitiva, y la situación actual es la consecuencia.
Lo que le ocurre a Ciudadanos no es tan extraño, antes hubo otras formaciones que deslumbraron en su aparición inicial y terminaron desplomándose sobre el escenario como si hubieran sufrido un proceso de muerte súbita. Le ocurre a quienes no han sabido construir un esqueleto sólido y se desmembran cuando el viento se hace más intenso.
Y en ese proceso de desplome generalizado levantan el brazo personajes como Francisco Igea, que solo parecen pedir una muerte digna y un buen epitafio sobre una plancha de buen mármol, siempre en tono gris, por supuesto. A él le corresponderá, se supone, empujar el féretro hasta el camposanto y lanzar el último salmo al cielo a la espera de que, al igual que en el Antiguo Testamento, exista un tiempo en el que se produzca la resurrección de los muertos.
Ciudadanos, es cierto, intenta revivir desde lo poco que le queda de sí mismo, pero resulta imposible. Hace bien poco cambió su logotipo y ni siquiera ha llegado a todas sus sedes por falta de recursos económicos.
Es cierto que Igea es el último quijote de esta aventura política, pero le acompañan un buen número de abnegados creyentes, fieles dispuestos a dejar ver su último aliento sobre las rocas a las que están destinados a estrellarse. Los entierros suelen ser más llevaderos cuanto más concurridos. La pena compartida es la misma, pero parece menos pena.
En León por ejemplo existe otro caso de político dispuesto a morir con las botas puestas, Justo Fernández. Buena gente, empresario reputado y ciudadano creyente, lo suyo es lanzarse al precipicio con la esperanza de que en el último momento la tierra abra sus entrañas y todo sea más llevadero.
Si es duro defender las siglas de Ciudadanos lo es mucho más cuando en tu presentación la presidenta autonómica reconoce que «somos un barco que se está yendo a la deriva». Si el ánimo era escaso, un golpe de realidad desde los más cercanos puede resultar letal.
Visto el conjunto ahora solo queda esperar que Francisco Igea firme el mejor epitafio posible para la ocasión. Preferiblemente que sea algo más romántico que un 'hasta aquí hemos llegado', el clásico 'fue bonito mientras duró' o el típico 'esto ha sido todo, amigos'.
Tiene tiempo para hacer un par de buenos borradores y, a continuación, rubricar con su firma una oda sobre el adiós y el más allá en el mundo de la política. Será edificante, seguro.
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