Internet ha conseguido que cualquera pueda lanzar a la Red sus pensamientos, reflexiones o desvaríos sin filtro alguno

¡Se van a enterar en el Kremlin!

Dados rodando ·

«En los blogs se pontifica, se alaba y se crítica a los actores políticos. Y todo resulta gratis porque, para qué vamos a engañarnos, no lo lee casi nadie»

Antonio San José

Valladolid

Martes, 31 de agosto 2021, 07:23

Había sido mi jefe hace mucho tiempo y me contó que anda ya retirado del oficio. Sin embargo, al comentar algunos aspectos de la actualidad política me espetó eufórico: «Ya leerás mi blog, ¡voy a dar cera al por mayor!». Francamente, me recordó aquella anécdota ... protagonizada por un editorialista de 'La Hoja del Lunes' de Madrid quien, en plenos años sesenta, se sentó a la máquina de escribir y dijo en voz alta para que le oyera toda la redacción: «¡Se van a enterar mañana en el Kremlin!». Me despedí de mi antiguo redactor jefe con una mezcla de ternura y estupefacción, y reflexioné sobre la cantidad de gente que escribe blogs con un espíritu similar al 'querido diario' de nuestra adolescencia.

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Internet ha conseguido que cualquiera pueda lanzar a la Red sus pensamientos, reflexiones o desvaríos sin filtro alguno. Basta con tener un puñado de fieles que les lean para que se crean editorialistas de 'The Washington Post' en los buenos y lejanos tiempos del Watergate. En los blogs se pontifica, se alaba y se crítica a los actores políticos. Y todo resulta gratis porque, para qué vamos a engañarnos, no lo lee casi nadie. Tengo muchos conocidos que, ya en su jubilación, utilizan esta actividad como terapia ocupacional, y me parece muy bien, a cambio de que no nos hagan leer sus diatribas cotidianas a base en envíos por correo o whatssapp que saturan el móvil a todas horas.

A otro amigo, un tipo listo donde los haya, le ha dado por contar su vida por fascículos y enviársela a su pléyade de conocidos para que compartan el día a día de su existencia. Así nos cuenta que todavía va al supermercado con mucho cuidado por el covid, que sigue utilizando doble mascarilla en lugares cerrados, que se ha dado una vuelta por su barrio del Madrid castizo o que ha acudido al teatro, también con toda precaución, a ver una obra que les ha gustado mucho. Y cuando no comenta esto, le da por escribir larguísimas crónicas futbolísticas, como si las publicara en un diario deportivo. Discute alineaciones, critica a los árbitros y entrenadores, plantea tácticas de juego alternativas y así llena sus horas de ocio sin más consecuencia que dirigirse a aquellos a los que les importan muy poco sus opiniones al respecto. Y no les digo nada cuando los comentarios entran de lleno en el ámbito político. Si es cierto que todo español lleva dentro un seleccionador nacional de fútbol, también lo es, que habita en él un presidente del Gobierno con soluciones para resolver, de inmediato, todos los problemas que aquejan al país. Lo malo es que nos lo cuentan a todos.

Los teléfonos móviles se llenan de mensajes y correos con los últimos posts calentitos de colegas de otros tiempos que ejercen hoy a modo de náufragos que lanzan sus mensajes en botellas a la inmensidad de un océano llamado Internet. Al principio, por educación, uno trataba de responder con un pequeño comentario a sus reflexiones, pero en vista de que el diálogo podía prolongarse 'in aeternum', lo prudente fue retirarse sabiamente y pasar a modo espectador. La pasión por escribir sigue existiendo como una pulsión irrefrenable en estos viejos colegas. Lo malo es el carácter ensimismado de su empeño. «¡Esto, para mi blog!», proclaman campanudos, y se marchan a elaborar sus textos como si mañana, efectivamente, el Kremlin fuera a tomar buena nota de lo que dicen.

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